—Salió del cuarto con el celular de Diane en mano. Desbloqueó la pantalla y de inmediato pudo ver con total libertad todas las notificaciones de llamadas, mensajes y algunos correos electrónicos urgentes.

Miró la prominente cantidad de llamadas perdidas de aquel número no registrado. Las borró todas.
A continuación eliminó las de su madre, entró al whatsapp y respondió en la conversación que tenía con ella: "Estoy ocupada". Sin más ni menos, ni si quiera husmeó los mensajes anteriores.

Estaba a punto de programar la alarma cuando una llamada entrante saltó de la nada: "Capitán" rezaba en letras azules. Casi vomitó de la ira que se apoderó de él... Era obvio, ese cerdo iba a llegar "casualmente" al bar cuando Diane estuviera ya muy indispuesta para "ayudarla".— Desgraciado hijo de perra...

No estoy seguro de que mañana puedas levantarte... —Añadió en voz baja. En la habitación todo estaba oscuro, no había ruido porque su casa estaba en una zona bastante tranquila y ahora era muy beneficioso, así no había nada externo que le taladrara la cabeza a su amiga.— Solo concéntrate en descansar, ¿sí? Iré por algo para tu migraña.

—Pero antes de salir de la habitación, la acomodó un poco mejor, le quitó los zapatos, el reloj, incluso los aretes, colocó las almohadas de mejor manera y la dejó sobre el colchón, cubriéndola con una manta.
Parecía una princesa, con la nariz enrojecida.

El pensamiento lo hizo reír, acarició sus mejillas y luego tomó su mano diestra para darle un beso tierno.— Yo me encargo de todo, duerme.

—Se quejó un poco porque estaba sintiendo un molesto dolor de cabeza tras querer acomodarse pero finalmente prefirió quedarse así, tal cual él la había dejado al acomodarla, pues era la mejor posición y no se sentía tan mareada.

El hundimiento de la cama a su lado le hizo percatarse de lo cerca que estaba y más aún cuando las caricias en sus cabellos comenzaron. ¿Cuándo fue la última vez que había sido cuidada de esa forma? Probablemente en su infancia y quizás alguna vez durante la adolescencia. A pesar de lo mal que se sentía, no quería que terminara ese momento, era extraño pero se sentía muy bien.—

¿Podrías programar la alarma de mi teléfono a las 7 a.m? Tengo que trabajar temprano y necesito ir a casa a ducharme y cambiarme de ropa. El pin de desbloqueo es 536433.

Así que tu capitán sabía donde estabas... —Hubo una tensión tan grande en su quijada que pudo sentir cómo sus muelas rechinaban entre sí, necesitó un segundo, tomar aire y aparentar que no tenía ganas de ir a molerle la cara a golpes a ese sujeto. Estaba completamente seguro de que él tuvo algo que ver.

Sin embargo, todo mal humor se esfumó apenas aquella voz aún lenta y cansada, le pidió quedarse. Esa sonrisa más dulce y comprensible adornó sus labios.— Todo el tiempo que quieras, bonita. —Tomó lugar junto a ella, sentándose a la altura de su rostro, para acariciar sus cabellos y sostener la cerveza por ella.— Descansa, estás segura aquí, lo peor ya pasó. —Quería brindarle consuelo y arrullarla, lo mejor que podría hacer ahora era dormir.—

¿Mi capitán? —Preguntó a duras penas con una voz de entre cansancio y fastidio, pero a la vez de forma lenta, pues aún en ocasiones tendía a alargar las palabras.— Antes de salir de la comisaría les pregunté que cómo era el bar y si existía otro. Supongo que supuso que estaría ahí.

—Ni siquiera opuso resistencia para ser cargada de aquella forma, estaba tan cansada y mareada que en otra ocasión tal vez se hubiese negado. Cuando se acomodó en la cama llegó a suspirar y a quejarse pero por lo cómoda que estaba, como si todo el tiempo lo hubiera esperado. Alzó la mano para tomar la lata y bebió un poco, arrugando la nariz porque no le gustaba mucho aunque sí reconocía que el frescor se sentía agradable.—

¿No te puedes quedar un poco más... justo aquí?

Eso... Respira, ya pasó. —Sostuvo la lata un rato, y de no ser porque quería mantenerse al margen lo mejor posible, le hubiera acariciado el estómago para aliviar su dolor.— ¿Tu capitán no iría contigo? ¿Sabía donde estabas? —Tal vez sonaba raro preguntar por él, pero Ferdinand tenía motivos para incluirlo en el escenario.

A penas sintió que ella estaba mejor, se levantó cargándola. El desastre en el baño podría esperar. En brazos la llevó hasta la habitación de huéspedes, donde acomodó las almohadas para dejarla ligeramente alzada y que no sintiera que vomitaría de nuevo.
Un "clic" sonó en la habitación, abrió al fin la cerveza.— Toma, te hará bien. Puedes descansar aquí esta noche.

—Casi inerte se dejó caer sobre él tras vomitar más de lo que debería por los efectos del alcohol sobre su cuerpo. Con los ojos cerrados intentó acurrucarse en él aunque solo en búsqueda de su calor ya que se sentía bien así.

El alcohol en su frente la hizo despejarse y estar más consciente de lo que estaba pasando a su alrededor, independiente del dolor de cabeza y el malestar post vómito. Se estremeció por el frío contacto de la lata sobre su frente pero rápidamente comenzó a sentirse un poco mejor, al menos ya no le taladraba la cabeza y las náuseas estaban desapareciendo.—

¿Drogas? No, no, nunca he consumido alguna sustancia así... aunque sí acepté algunos tragos... ¿Crees que alguien puso algo ahí?

—No quería dejarla sola, pero corrió a la pequeña cocineta, tenía un escaso botiquín de emergencias, al menos contaba con alcohol. Sacó del refrigerador una lata de cerveza y corrió con ella al baño.

Se quitó la chaqueta y la puso en el suelo, para crear una alfombra para ella, tomándola de los hombros y haciéndola hacia atrás, él ahora era su sostén, prácticamente recargándola de su pecho. Peinó sus cabellos y empapó su frente de alcohol, tratando de despabilarla.— Respira, respira, estoy aquí.

—Puso la gélida lata sobre su frente, potenciando el efecto del alcohol, o al menos eso esperaba.— Por Dios, ¿segura que no te drogaste? Estás empapada en sudor y tiemblas. Creo que era mejor opción la clínica...

¿Asustarme por un truco de magia? Claro que no, son increíbles. —Aunque no lo dijo, agradeció que usara su cuerpo como un manto para cubrirla de las luces exteriores, todo le molestaba hasta el movimiento de la camioneta al andar, producto del estado de ebriedad en el que se encontraba.

Ni siquiera protestó cuando la cargó y se la llevó al interior de la casa, si apenas podía moverse y caminar aunque ya una vez en el suelo y siguiendo las indicaciones que le había dado para llegar al baño, a duras penas logró dar con él, pues al caminar se tambaleaba.

Apenas llegó hasta el inodoro, levantó la tapa, se inclinó y comenzó a vomitar todo, esa sensación de asco que la invadía no le ayudaba mucho para detenerse así que siguió, recogiéndose un poco el cabello para no ensuciarse, quedando sentada en el suelo, recargada del borde del retrete. No recordaba la última vez que le había pasado algo así.—

Eres la primera que usa el adjetivo "sorprendente" y no se asusta por mis trucos. —Escuchaba el ruido de los otros autos pasar, intentando cubrir con su propio cuerpo, usando la espalda, la luz de los faroles, sabía que eso le incomodaba.

Nunca imaginó que acertaría con su comentario... Así que se trataba de la ex pareja de Diane... Tragó en seco y optó por no decir nada más, retiró la botella de su frente; volviendo al camino a prisa, su casa ya no estaba lejos.

Cuando al fin se detuvo, corrió para ayudarla a bajar, pero estaba tan débil y mareada, que no le dio opción, la tomó en brazos, la bajó de la camioneta y la llevó dentro de su casa.— El baño está al fondo.