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Nada como la comodidad del hogar y las gomitas ácidas.
 
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O quizá solo se fastidió de mi, me dio permiso antes de que me pusiera a llorar y hablara de lo mucho que me arrepiento de haber terminado. —Terminó de lavar los platos, ahora tomó el trapo de la cocina y lo humedeció para iniciar a limpiar la barra y el resto de la mesa.—

De todas maneras, necesitas comer muy bien, aún eres joven y no deberías descuidar tu alimentación. —Ahora sonaba más como un padre preocupado por su hija, sonriendo porque ya estaba probando el pescado, al menos estaba seguro de que no iba a intoxicarse.—
DianeGallagher · 26-30, F
¿Es broma? ¿De verdad la señora Clark te creyó aquella historia? Santos cielos. —Solo se limitó a suspirar y a pensar en una excusa que tendría que decir al otro día, pues, lo más probable es que el rumor se expanda rápidamente por todo el lugar, los conocía bien.

Siguió comiendo las papas porque en verdad hace mucho tiempo que no las comía y extrañaba ese sabor a frituras crujientes. Encogió los hombros al escuchar el caso de aquella señora, pues habían veces que debían ir más de una vez al día a verla por los constantes llamados que hace. Tomó un poco de pescado también para probarlo y en verdad estaba bastante bueno, así que cogió un poco más.—

Adivina quién debe ir a verla cada vez que llama. Y sí, es un poco agotador y solo hay que seguirle el juego. Por cierto, la comida está deliciosa y no sé si ya pueda seguir creciendo. Creo que también va por temas hereditarios.
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Nadie se resiste ante el novio arrepentido que va a buscar a su novia para darle una vida mejor, y explica cómo perderlo hizo de su vida una amargura. —Sonaba exagerado y poco creíble, pero ese fue el anzuelo que la pobre administrativa mordió para entregarle información personal sobre Diane.

Él no tomó lugar, la comida era para una sola persona, ya se imaginaba que su casa sería un completo desastre, por lo que se puso manos a la obra en el fregadero, lavando platos, tazas y algún que otro cubierto.— No puedo imaginarlo, aunque eso sí, me han contado que hay una señora que siempre llama porque cree que alguien entró en su casa y olvida que es su perro. Es una anciana senil por lo que creo.

—Centró su atención en ella un momento, alzando la ceja en son de regaño.— Anda, come el pescado y la ensalada, te harán mucho bien, necesitas vitaminas para crecer.
DianeGallagher · 26-30, F
¿Mi novio? ¿Y no te miraron raro? Digo, soy muy conocida por mi mal genio. Definitivamente tienes el don de la oratoria. —Rodó los ojos y aunque se sentía un poco molesta, en verdad lo estaba disfrutando porque no recordaba cuándo fue la última vez que tuvo compañía ya que solía pasar sola todo el tiempo por elección propia.

Miraba como iba sacando cosas para comer que no se comparaban en nada a las gomitas que poco y nada servían para saciar el hambre. Se acomodó en la mesa en el asiento que él le había designado y rió divertida por aquel certero comentario.—

No es que nos alimentemos mal, solo que hay poco tiempo para hacerlo. Normalmente hasta la hora de colación es interrumpida por alguna emergencia. Pareciera que en un pueblo pequeño como este no ocurrieran tantas cosas pero, no te imaginas todo lo que pasa en tan solo un día.

—Tomó el cubierto y picó unas cuantas papas, llevándoselas a la boca, aunque iba dando pequeñas mordidas a lo largo de las mismas hasta acabársela
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De ahí la saqué, le dije a la recepcionista que era tu novio y te traía una sorpresa, me dio sin dudar tu dirección. —Con una sonrisa pícara contó su experiencia. contaba con una labia increíble, quizá adquirida por sus años de comerciante. Era similar a Hermes, siempre jugándosela y burlándose de los demás, pero obteniendo lo que quería.

Cual pez en el agua, llegó a la cocina e hizo un espacio en la mesa para sacar el botín: traía un platillo típico inglés: Fish and fries. Además una ensalada con frutos rojos y un jugo de naranja.— Es bien conocida la mala alimentación de los policías, así que te traje algo consistente, no temas, yo no lo preparé.

—Hizo caso omiso a su reclamo, se puso a buscar unos cubiertos limpios e incluso jaló la silla para que se sentara a desayunar.—
DianeGallagher · 26-30, F
¿Cómo diste con la dirección de mi casa? Se supone que nadie la sabe, salvo en el trabajo por obviedad. —En verdad que estaba sorprendida y no entendía nada, hasta había olvidado por completo que estaba comiendo gomitas. Internamente se agradecía internamente de permanecer aún con pantalones, usualmente se los quita al llegar pero no corrieron misma surte sus botas que estaban tiradas por la sala.

No alcanzó ni siquiera a protestar cuando ya lo tenía en el interior de su hogar. Papeles y algo de ropa repartidos por toda la sala, tazas sucias de café y unas cuantas bolsas vacías de botanas eran la decoración. No solía pasar mucho tiempo en casa ni mucho menos recibir visitas.—

A la izquierda Ferd, donde está el marco sin puerta. —Suspiró resignada y dejó caer las gomitas sobre la mesa, desparramándose su contenido por todos los papeles.— Mira, podrías haber llamado. Me daba tiempo de limpiar un poco y ordenar.
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¡Buenos...! —La mano diestra quedó a medio camino de levantarse y su boca quedó en una "O", con las palabras atoradas en la punta de la lengua. ¿Debía reírse o continuar como si nada? Aunque esta pausa dramática ya no daba pie a que siguiera "normal". Su apariencia era tan... Distinta a cómo solía dejarse ver por el pueblo o la comisaría.—

Deberías agradecerme que lo esté, traje algo para la merienda, y por cómo luces, te hace mucha falta. —No pidió permiso para entrar, cada una de sus palabras fue un paso dentro. Llevaba consigo una bolsa que despedía un aroma a carne y papas fritas. Quiso ubicarse con la mirada, buscando algo.— ¿Dónde está la cocina?
DianeGallagher · 26-30, F
—Recargada sobre la despensa comía sus gomitas casi con la mirada perdida, incluso había desabotonado su blusa: quería estar lo más cómoda posible. Ni siquiera el ácido del dulce le hacía arrugar la nariz, era como si nada pudiera cambiar ese serio semblante. El llamado del timbre la hizo despertar. ¿Quién sería? Nadie conocía su dirección o al menos es lo que creía. Tal vez sería una encomienda, a veces recibe correo de su familia. Se acomodó la ropa y salió a ver, abriendo la puerta para encontrarse con aquella sorpresa.—

¿Ferdinand? Espera. ¿Qué haces aquí?
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—Tocó la puerta de su casa, sabía que le resultaría una increíble sorpresa, sin embargo, obtuvo su dirección el día que se metió con engaños a la comisaria. Echar un vistazo a los papeles no era un crimen... Si nadie se enteraba.—

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