Aye.. Sí.. Ya puedo verte bebiendo hidromiel y enseñándote cada rincón de mi hogar. Voy a presumirte.. voy a enamorar tu corazón.. con la belleza de Asgard. Convertirte en mi Reina. Mi hembra. — Tanta es su necesidad, por frotarse, por estar deseando el calor del otro que los Dioses empiezan a copular en medio de su vuelo, bastaba con subir esa falda de guerra y esponer sus senos al aire libre jalando esa armadura de cuero rojo y oro. Los truenos van al ritmo de sus embestidas. La lluvia acalla sus gritos, sus gemidos. Sus respiraciones. Alcanza su útero, se talla con tanto vigor, en esa danza hipnótica y desesperada, quieren concebir. Necesitan tener prueba de su amor. Que por los eones surjan leyendas de su unión. —
—Asintió con dicha infinita a cada una de sus palabras. Ambos se habían prometido su amor, sus espíritus, compartir sus vidas, cada encuentro era una ceremonia de su unión, ¿pero qué pasaría cuando la llevase a Asgard? Él ya estuvo en Temyschira. Aunque su unión se volviera más formal en este y en los demás Reinos, había muchas preguntas que debían plantearse. Diana está ansiosa. Se nota por la forma en que se pega insistentemente a ese cuerpo escultural, tan imponente como el del león. No hay un ser más digno de reinar, no hay alguien más grande que él. Lo ama con devoción, lo añora con el fuego más ardiente de sus entrañas. Harían el amor una y otra vez, todo el mundo sería testigo de su unión cuando el trueno cayera y el rayo cristalizara la arena.— Te amo desde lo más profundo de mi alma, Thor Odinson, Dios del Trueno, Padre de Todo. Quiero que me veas en batalla, quiero que me veas entrenar con las valkirias, quiero que me veas invocar los Rayos del Olimpo. A veces siento que la e
Te llevaré al caer la noche, convocaré al Bifröst y viajaremos a Asgard. Por ahora, pasaré la tarde disfrutándote. Sabes cómo adoro tus palabras, que dejemos en claro que eres mi mujer y yo soy tu hombre. — La lluvia y vientos arreciaban, pero la pareja de dioses permanecía enfocada en su amor, en su estallido de pasión que nadie podría separar a la poderosa pareja. Su boca dominó la contraria, reclamó su lengua, bebió su saliva. Sus manos recorrieron ese cuerpo que fue suyo a placer, tantas noches, tantos amaneceres. Cada vez que la tiene en sus brazos, es euforia la que siente. Es un instinto que surge desde lo más profundo de su ser. Su lugar es ahí, con ella.— .
—Al detenerse sus cabellos húmedos revoloteaban hasta enredarse entre sí; dorados y negros; sol y luna; día y noche. Sus labios se fundieron en otro juramento de amor eterno, en algo que les evocaría los recuerdos de aquellas noches en las que fueron uno solo, buscando con todo su espíritu concebir un ser perfecto, producto de la unión de la sangre de los mismísimos Dioses.— Estás en mi corazón, sin importar el tiempo que pase. Eres mío y yo soy tuya. —Murmuraba entre besos cortos y otros más prolongados, preguntándome si a kilómetros por debajo de ellos, los demás humanos presenciarían con temor o alegría losbtruenos que acompañaban a la espesa lluvia.— Iremos cuando estés listo.
Entonces no es impaciencia. Tan solo es algo que llevamos posponiendo. Algo que nos debemos. — Cruzaron sobre valles, ríos, montañas y amplias llanuras. La vista siempre es exquisita, de los regalos de la madre naturaleza. Ante tal vista, el sentimiento es fuerte. Son los colores de la vida donde puede aprieciar con más detalle la belleza, mujer verdadera. Tomó sus labios en un profundo beso, entre nubes y recuerdos que reviven a flor de piel.— Te he extrañado, estar lejos de ti es la más grande de las agonías.
Para alguien que lleva siglos deambulando por este mundo, es injusto y egoísta sentir impaciencia. —Se afirmó a la manaza del Dios del Trueno, sintiendo su energía recorrer todo el cuerpo de la Amazona mientras recorrían los cielos midgardianos, atravesando algunas nubes más espesas que otras.— Pero desde que te conozco, no dejo de soñar con eso.
Aye. En espectacular noción. — Tomó su mano, unió sus cuerpos en pleno vuelo. Así es la forma en que ellos comparten las nubes, en que ellos disfrutan sus vidas inmortales, así pasen siglos, seguirán unidos. — Y cuando caiga la Luna, te llevaré conmigo por el puente arcoiris, hija de Zeus. La ciudad dorada nos espera.
Maravilloso como siempre, ¿no? —Repite con complicidad, guiñándole un ojo al Padre de Todo.— Midgard está a tus pies, Dios del Trueno, hagamos lo nuestro antes de que el Sol se ponga y la Luna le cante al mar.
