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SW-User
— Tzilacatzin, hijo del señor Mictlantelcutli, regidor de la sagrada tierra de los muertos.

Veía un campo lleno de cadáveres, sangre y dónde solo la muerte es la que quieran o no es la vencedora al final de cuentas.

— ¿Ares?, Si es un ser destructivo que amenaza a mi pueblo mi deber también es matarlo con mis manos.

Dijo con seguridad en sus palabras, notando que aquella mujer expresa sentimientos que difícilmente él puede expresar.

— Por que lloras por ellos, eres una mujer fuerte pero de corazón noble.
— Ares, el Dios de la Guerra, se ha manifestado y expandido su maldad en el mundo de los hombres —dejó caer su escudo al piso. La Amazona jadeaba después de haber limpiado el campo de batalla. No le enorgullecía quitar vidas, pedía siempre por cada alma cuyos ojos cerraba; sólo eran víctimas de él.

— Qué lástima que se deban perder tantas vidas inocentes por la maldad y la ambición de los dioses. Me duele el corazón —murmuró en voz baja, extendiendo las palmas frente a sus propios ojos. Sangre, lágrimas y tierra—. Preséntate, guerrero.
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— En silencio observa las habilidades de dicha mujer, quien a leguas ve no es de los descendientes de la raza de bronce pero si coraje y determinación la ponen al nivel de los guerreros de su natal Tenochtitlan.
Siendo invasores y si interviene no tendrá piedad, ya que vió también cómo a su pueblo lo masacraron sin piedad. —

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