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* 𝐇𝐢𝐜 *
 
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—Conocía bien esas manos, pesadas y severas a la vista, pero gentiles al tacto, y siempre confiables, siempre acogedoras. Su sonrisa se amplió, y un resoplido de alivio se escuchó de la mayor. La piel de su chaqueta delató el movimiento de su propia mano, que no dudó en alcanzar la del platinado, con agilidad y suavidad, y sintió en seguida la calidez de la palma ajena en cuanto sus dedos fríos la acariciaron; esa mano emanaba calidez como siempre, después de todo.— Y yo estoy agradecida de encontrarte. —sus ojos, que habían reposado sobre el encuentro de ambas manos, volvieron al rostro de Dante, tratando de encontrar en esos ojos cansados alto del alivio que quería proporcionarle estando ahí.—
DevilHunterDante · 31-35, M
Se tomó un par de segundos para observarla en silencio. Aquella rigidez era más que evidente, a pesar de que la mayor intentaba mantener aquel porte despreocupado y grácil. Su atención se desvió hacía la lata propia que mantenía en su diestra, deslizando la yema del pulgar sobre la misma. Fue entonces que optó por soltarla, plantando primero la palma sobre el escritorio, antes de voltearla boca arriba mientras extendía su brazo, dando a entender que buscaba con cierta timidez una de las manos ajenas. — No es eso. — Aclaró su garganta enseguida, como si le costara trabajo procesar las palabras que quería decir, más al final, las habló con sinceridad. — Simplemente estoy agradecido de que estés aquí.
Lo sé. —dijo, sin ceremoniosidad alguna, y simplemente se llevó la lata a los labios, y observó en silencio ese semblante por demás exhausto. Sintió una tristeza inexplicable al intentar mantener contacto visual con él, otro suspiro se escuchó, pero no fue pesado. Relajó su cuerpo, bajó la lata, y mantuvo la media sonrisa.— ¿Es tan raro que venga yo alguna vez? Siempre eras tú el que iba. —se encogió de hombros, quizá tratando de ser despreocupada, pero estaba visiblemente rígida.— No has ido en mucho tiempo. —su voz era apagada, así que se llevó la cerveza a los labios nuevamente.—
DevilHunterDante · 31-35, M
— No recibió respuesta y tan solo escuchó los pasos contra la duela, así como el roce de aquella chaqueta roja, sonidos que parecían alejarse. Soltó un suspiro de ironía, suponiendo que la mayor había decidido marcharse, hasta que, para su sorpresa, la escuchó volver. Sintió la mesa vibrar cuando puso la cerveza frente a él, y con lentitud alzó la cabeza ante aquella pregunta. — Todos los días son difíciles, Misato. — Mantuvo los codos apoyados en el escritorio, alzando las manos para pasárselas pesadamente por la cara como si quisiera espabilarse, y terminó apoyando su cabeza sobre las palma izquierda, observándola con ojos ojerosos, mientras empleaba la diestra para abrir la cerveza. — ¿Por qué decidiste venir?
—Para la mayor no había tensión más grande que el silencio, y su celo se frunció involuntariamente mientras esperaba una respuesta. La voz acallada de Dante la hizo dirigir su mirar hacia el vaso que yacía sobre la mesa, y entonces se le redibujó la sonrisa a medio labio. Sus brazos bajaron, y el sonido de su chaqueta fue más sonoro que el de sus pasos cuando se dirigió al refrigerador. Puso una cerveza frente a él, y tomó asiento en la silla justo frente a él, guardando distancia mientras destapaba su propia cerveza.— Día difícil, ¿eh? —dijo, aunque sabía que aquella era una aproximación simplista, parecía una manera inevitable de romper el hielo.—
DevilHunterDante · 31-35, M
— No hubo respuesta de entrada. Le había escuchado claramente, pero simplemente había decidido quedarse en silencio. Momentos después se dio cuenta de que más bien, no sabía qué contestar en realidad. Permaneció inmóvil, casi a la expectativa de escuchar los pasos de la mujer al alejarse, más finalmente contestó. — ¿Me traerías una cerveza? Ya no quiero bourbon. — No se movió ni un poquito, su voz escuchándose un poco apagada por la posición.
—Su sonrisa se disipó al instante, y quedó cruzada de brazos, pero se separó del marco de la puerta, dejando escapar un suspiro pesado.— ¿En serio quieres que te deje en paz? —cuestionó con honestidad, mirándole fijamente ese cabello platinado y desordenado.—
DevilHunterDante · 31-35, M
Déjame en paz. — Protestó sin mucho ímpetu y arrastrando las palabras. A la par, aun recostado sobre el escritorio, soltó el vaso que tenía delante y flexionó el otro brazo cruzándolo con el izquierdo, refugiando su rostro entre estos. —
Vaya, no creí verte nunca más ebrio que yo. —le miraba recargada en el marco de la puerta, con los brazos cruzados, y una sonrisa a medio labio.—

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