[code]Tras el pasar de los segundos se limpió las lagrimas con la mano e irguió su figura para observar a los presentes con el semblante ensombrecido, a la par de estoico.

"Manden a buscar su cuerpo. Lo quiero aquí pronto, le daré un apropiado descanso... Y tratenlo con sumo cuidado... Él fue mi hermano."

Y siempre será mi hermano, pensó. [/code]

[code]"Lo sé. Yo también... Y también lo siento."

Una sonrisa se dibujó en los labios del rubio y fue como si este volviera a ser el mismo hermano que ella había amado con locura. Pronto el dolor se esfumó del cuerpo femenino y el subir y bajar de su pecho recuperó un ritmo normal.

Él se había ido y la visión desapareció junto con su vida. Ya no respiraban al unísono, ahora lo hacía sólo ella.

Chordeva se abrazó a sí misma con toda la fuerza de la que fue capaz en aras de intentar mantener todas sus partes juntas. Tristemente un agujero en su pecho se instaló para quedarse y se fue haciendo más grande, hasta que mantener la compostura le fue imposible y tres lágrimas brotaron de sus ojos. Durante toda su vida eso había sido lo más que se había permitido llorar. [/code]

[code]"Ojalá no hubiéramos sido tan ambiciosos, pero eso... Eso está en nuestra naturaleza."

La voz de su hermano sonaba extraña, parecía estarse ahogando, pero no había sangre en su boca; al menos no en la visión que ella tenía.

"Me hubiera conformado con estar contigo y tú te hubieras conformado con estar conmigo."
"No. Tú siempre fuiste un guerrero y yo siempre perseguí el poder para que nadie estuviera sobre mí de nuevo... Esto fue inevitable."

Los delicados dedos de Deva se hicieron cuidadosamente con las hebras rubias del demonio. Al principio temió ser incapaz de tocarlo y que este se desvaneciera, pero realmente logró sentir la suavidad al tacto. Ambos guardaron silencio unos momentos para disfrutar de aquella agridulce cercanía. Sin embargo, más temprano que tarde, él separó los labios e intentó hablar, aunque fue incapaz de decir algo coherente.[/code]

[code]Eran tan lentas y pausadas las bocanadas de aire que parecían hacer lento el tiempo a su alrededor. Imagenes invadieron de inmediato las paredes del recinto, haciendo así desaparecer las exquisitas puertas de lujosos materiales y los muebles que descansaban en su sitio al rededor de la duquesa.

Estaban ellos cuando infantes, tomados de la mano ante la noticia de su orfandad. Estaban ellos en la adolescencia, cuando todo se empezó a romper por culpa de un tercero que favoreció a uno y humilló al otro. Estaban ambos, tomados de la mano nuevamente, en su primer asesinato y venganza. Estaban ellos siendo amantes. Estaban ellos escalando de posición en la sociedad. Estaban ellos partiendo por distintos caminos: él por Lucifer, ella por Malebolge. Estaban ellos peleando. Estaba él asesinando al cónyuge de Chordeva. Estaba ella arrebatandole a la mitad de su ejército. Estaban, una y otra vez, queriéndose, odiandose, amándose, despreciandose.[/code]

[code]"La mano de la espada que me atraviesa se movió bajo tu orden."
"Lo sé."
"Estoy muriendo, hermana mía."
"Lo sé, puedo sentirlo."

La conversación que se suscitó en su mente bien pudo haber sido meramente imaginaria; empero, Chordeva pudo escuchar la voz de su hermano de una manera tan clara que casi parecía que estaban en el mismo lugar. Podía sentir el peso de la cabeza del demonio sobre sus piernas y el calor de la sangre que empezaba a formar un charco debajo de los dos.

"Yo me lo gané, ¿no es así?"
"..."
"Esa benevolencia al guardar silencio... No te queda bien."[/code]

[code]Su respiración poco a poco fue apagándose y las piernas le temblaron con tal vehemencia que cayó de rodillas sobre el frío suelo. Los sirvientes que la rodeaban tuvieron la intención de alcanzarla para brindarle auxilio, pero ella se negó al estirar su diestra en una clara orden de que frenaran sus intenciones. Él estaba exhalando sus últimas bocanadas y ella lo hacía también; no quería que nadie interrumpiera eso. Estaba consciente de que esa era su última vez siendo parte de él.[/code]

[code]Resintió la muerte de su hermano en el instante en el que este cayó en batalla. Y no fue porque estuviera cerca de él, ni porque sus ojos lo interceptaran en aquel fatídico momento; sino que fue la aguda punzada en su pecho, a la altura del corazón, la que la detuvo en seco mientras caminaba por el salón de su palacio. Chordeva no tardó ni un minuto en procesar el motivo, ¿y cómo podría? Desde infantes si ella se lastimaba él lo sabía y si él se encontraba mal, incluso si era feliz, ella lo compartía. Eran como dos piezas de un mismo puzzle. Dos mitades de un todo.[/code]