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—Chordeva sama. Murmuró sin atreverse a observarle, apreciando el gesto de su estirpe, atrapando sus delicados dedos entre su palma, posando imperceptiblemente sus labios sobre el dorso de su mano cual fugaz momento, levantándose en un acto seguido, describiendo un gesto de tranquilidad y amable cortesía, honrando su nombre con respeto y sutil admiración. —Busco orquídeas de fuego, pequeñas flamas que subsisten en vuestras tierras, florecen con incandescencia, cerca de los mares de lava. Nier asintió, mientras habría su palma hasta mostrar una pequeña roca de carbón. —Estas son sus semillas, permítame ir al encuentro de ellas, su majestad.
 
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