Vaya, vaya... No sabía que eras tan cobarde. — Bajó su brazo y sin dudarlo ni un segundo empezó a avanzar rumbo a él, acortando la distancia que lo mantenía a salvo; lo miraba como un cazador mira a su presa minutos antes de romperle el cuello. Su aire altivo, su contonear de femme fatale y su ceño ligeramente fruncido en cuanto cayó en la cuenta de que, de algún modo, se burlaba de ella. — Tendrías que tener más respeto, serpiente, recuerda que mi fuerza es superior a la tuya y puedo partirte en pedazos de solo desearlo. — Y dicho eso se detuvo a unos cuantos pasos de la figura masculina solamente para poder observarlo de pies a cabeza. — Oh, cariño, te falta mucho para ser un maleante en toda la extensión de la palabra y... Justamente, por eso te llamé. Quiero que mandes un mensaje.