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— I just want attention. I don't want your heart. I bet that you just hate the thought of me with someone new.
 
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Fl1558148 · M
No todo su ser estaba dedicado al desprecio y venganza. Una única luz, menguante, moribunda, aún le hablaba con susurros ininteligibles; le recordaba todo lo que había vivido y construido al lado de Chordeva, las alegrías que jamás pensó tener, las satisfacciones y sentimientos que un demonio como él tenía vedadas, pero de alguna milagrosa manera había logrado sentir. No, no había sido un milagro: todo fue posible merced a la presencia de aquella que, ahora, se proclamaba su acérrima enemiga. Y esa consciencia hacía doblemente dolorosa la muerte de su esperanza. Tragó saliva con discreción, en un gesto meramente humano e innecesario; pero logró recobrar el temple de su voz y no dejar translucir esa debilidad que solo ella podía provocar, que amenazaba con cerrarle la garganta.

Que así sea, Chordeva. Si tu crueldad no conoce límites, la mía tampoco lo hará. Y entonces, veremos quién logra sobreponerse al otro... Y quién amó menos de los dos.
Fl1558148 · M
De todas las cosas que Chordeva pudo haber dicho, esa última frase resultó la única capaz de zaherirlo; pues, muy en el fondo de su ser, algo clamaba por el desengaño, convencido de que había más detrás de la clara y artera imagen que le había dado la bienvenida tras su retorno. Pero no era así, y sus ojos no le habían mentido: él, Flauros, quien se creyó el gran y único amor de aquella mujer, no era más que un estorbo, un objeto de odio, sustituido en sus afectos por algún advenedizo que había tomado su lugar - quizá desde antes de su muerte, si la voz insidiosa en su mente tenía razón. Aún así, se las arregló para que solo el leve rictus de sus labios pálidos demostrara aquel dolor certero y agudo, que solo sirvió para agrietar todavía más su destrozado ser.

Odio, entonces. Me alegra que lo hayas aclarado; así no dudaré cuando llegue el momento de cumplir lo que me pides. Aquel que avisa, no es traidor.
Dev1558146 · F
— Asegúrate de que así sea, no tengas piedad. Al menos de ese modo no perderé el poco respeto que te tengo. Actúa, no hables. Ya veremos quién logra asesinar a quién. De mi parte ni consciencia, ni amor, nada guardo para ti. Nada que no sea un profundo odio.
Dev1558146 · F
Cada palabra era un constante recordatorio del final de un amor que, en su momento, a ambos les había sabido eterno. Cualquiera que conociera a Chordeva sabría que estaba midiendo demasiado lo que decía y, por qué no decirlo, la distancia que entre ambas siluetas se había marcado desde un inicio. Sus mirada rubí era opacada por las casi imperceptibles ojeras que la enmarcaban, merced a las lágrimas que había derramado, noche sí y noche también, tras saber el regreso de Flauros y su nueva misión de vida: matarla. ¿Cómo podía hacerlo?, después de tanto tiempo juntos, ¿cómo lograba pensar en la idea de asesinarla? Quizá de la misma forma en la que ella lo hacía, esa vena demoníaca y ansiosa de poder que ahora parecía reinar en sus mentes. Como si tras el tiempo separados se hubieran vuelto más demonios. Una sonrisa con atisbos de tristeza enmarcó su rostro hasta que la imagen de alguien, un nuevo amor, acudió a su mente y le dio fuerzas para volver a hablar.
Fl1558148 · M
Algún ser con menor valentía u orgullo que los suyos podría haber resentido la ofensa; no así Flauros, quien se limitó a esbozar una sonrisa triste, recuerdo de otros tiempos lejanos, más felices. Por un momento, su rostro pareció casi humano, desprovisto de esa aura oscura que parecía teñir cada movimiento suyo desde su renacimiento. Mas la ilusión fue pasajera y rápida, volviendo a endurecerse sus facciones y a encenderse sus tizones; éstos se fijaron en Chordeva, como si esa fuese la última vez que podrían hablar sin lanzarse al cuello del otro, armas en ristre.

Qué lástima. Tan resguardada en tu confianza, no puedes reconocer una amenaza ni aunque ésta baile desnuda en tus narices; y no soy yo, Chordeva, quien la representa. He hecho cuanto pude; la poca conciencia que me queda, si es que se le puede llamar así, está en paz. Te acordarás de mí cuando mis palabras se cumplan, y entonces no tendré más que escarnio para tus voces suplicantes...
Dev1558146 · F
Guardate tus advertencias, Flauros, son innecesarias aquí. Preocúpate por lo tuyo y, si tanto crees que puedes, ven por mí, quiero ver que lo intentes. Mientras no sea así tomaré cada frase tuya como el ladrido de un perro herido que no se atreve a morder.
Fl1558148 · M
Entonces, ya nos veremos las caras en el momento de la verdad. Tus palabras rezuman altanería; una que se basa en falsas premisas y juramentos que se vendrán abajo tan pronto el horizonte se torne oscuro para ti. Bien dicen los humanos que "no se aprende en cabeza ajena"; te profetizo, en mi último consejo bienintencionado, traiciones peores que aquellas sufridas por mí, tan solo por tu necedad y cortedad de miras. Hoy te halagan. Mañana harán collares con tus huesos.
Dev1558146 · F
Te perdiste de mucho, Flauros. Todos me son leales, he servido bien y me aman por eso. Llegan de todas partes solamente para llenarme de regalos, las alianzas son bastantes. Deja de intentar convencerte de lo contrario. Malebolge ya tiene una reina y, quizá pronto un rey que, claro, no serás tú. ¿Quién dice que no aspiro a más? Definitivamente ya no me conoces. He ampliado el reino y planeo seguir haciéndolo.
Fl1558148 · M
Reinas sobre despojos, y tu corte es ilusoria. ¿Olvidas también que la lealtad de tus súbditos es comprada, salvo aquellos que tú rescataste? Ah, ahora veo cuán terrible será tu caída; y a cada nueva palabra tuya, el abismo se ensancha, hasta que llegue un momento donde ni siquiera el mismo Lucifer podrá salvarte. No soy un rey sin corona: soy el próximo en la línea, y ni siquiera aspiro al trozo de tierra que llamas "reino". No. Tú, "reina", te has conformado y te regodeas en pequeños triunfos; mientras que yo he de poseer todo cuanto hay bajo el cielo.
Dev1558146 · F
No, estoy consciente de que tú los obtuviste y los trabajaste pero Malebolge estaba estancado. Yo conseguí que creciera, fueron mis ideas y mis alianzas las que lograron ampliar el reino. Fui YO la que no permitió que se cayera. No es mi vanidad, es la realidad. Ahora no vengas con la cola entre las patas proclamando que eres un rey sin corona; eras un Duque y yo FUI tu duquesa. Ahora, mírame bien, soy una reina.

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