{ 𝐍𝐨𝐫𝐭𝐞, 𝐦𝐮𝐲 𝐧𝐨𝐫𝐭𝐞. } Esté exquisito camello de montaña claro que valió su peso en oro. - Dijo y ni un atisbo de que obviamente le habían timado al venderle aquella bestia sin gracia, de patas chuecas y de ojos malos, pero él era el viajero más feliz del mundo al sentir el frió aire de las tierras nórdicas, las cuales solía frecuentar cuando no se le helaba su alma entera. Él risueño, más feliz que nunca se dispuso a montar el tambaleante animal, mimado en sus sogas de seda suave que no lastimaban su previamente ulcerosa mandíbula. Era muy gracioso ver pasar a semejante espécimen
su mayor virtud, era también su más grande defecto. Tu misma lo dijiste, sabia soldado. El mal existe en nosotros, no podemos evitarlo, aún así...Eres tan terca para seguir lo que crees correcto. Le sonrió, quizás desde la altura y al estar invertido es que su cara se veía divertida y poco seria, mucho mejor, pues deseaba mantener siempre es mascara cómica. Mi deber es asesinar a uno, quizás uno de tantos usuarios de magia que corrompen a cierto noble, yo no estoy en el gobierno de los humanos. Sus decisiones no me competen, que cometan todos los errores que deseen, pero al igual que tu, que lo hagan por su propia naturaleza sin ser inundados por la oscuridad de otros seres ajenos a ella.
Ahí es donde estaba su curiosidad, cuestión que camuflo con coquetería con zalamería al extender sus manos e intentar acariciar las cálidas mejillas de la mujer.
Me preguntó si eso bastará para que me des información, si es que sabes de esos rumores...
