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-Puede respirar con libertad, cuando el mayor retira esa mano de su cuello.
Pero la sensación de salvedad dura poco, cuando ahora toma su rostro.
El agarre lastima levemente la piel de su semblante.
No pasa inadvertida la sonrisa del albino ante sus ojos, y ello lo exalta de miedo.
Desea que el mayor no pueda escuchar su corazón desbocado por el miedo. Y, con una leve risa que pretende ocultar aquello, inquiere.- ¿Qué harás? ¿Torturarme?
 
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