DandelionKnight

Poder ver a Jean tomando un breve descanso le llenaba de alivio. Era una de sus constantes preocupaciones. La mujer siempre estaba ocupada con todos los pendientes de la ciudad. A veces la gente hasta olvidaba que era una persona como cualquier otra. Pero no Diluc; después de todo, se conocían desde su tierna infancia y el vínculo que compartían permanecía, podría decirse que hasta madurado.

Su plan original, y su principal intención cada que va a la taberna, es conseguir información de los borrachos que, tras algunos tragos, se les aflojaba la lengua. Pero esta noche, eso pasaría a segundo plano. Jean estaba ahí. Verla disfrutando la bebida que sirvió para ella, era tan refrescante cómo el viento que corre cerca del árbol de Levantaviento. Inconscientemente no pudo evitar sonreír ligeramente, agradecido con los arcontes por permitirle coincidir con ella. Jamás lo diría abiertamente, incluso trataba de disimular al máximo su sentir. O al menos eso creía Diluc. Pero seguramente, si alguien volteaba a verlo, podría notar cómo se le endulzo el rostro cuando la gran maestre cruzó la puerta de la taberna.

—Cuando quieras podemos mandarte bebidas a tu oficina. Estoy seguro que a Charles no le molestaría en lo más mínimo. Se que no siempre puedes alejarte del trabajo, por más que te lo pidan, así que, si al menos puedo ayudar a que sea más ameno, no dudes en pedirlo. Bueno, Charles lo haría. Yo, ya sabes que suelo estar ocupado y sin tiempo. —

Carraspeó, en un intento de recobrar su compostura, la cual apenas se percató había perdido por momentos. Lo ultimo que querría seria a la gente diciendo rumores sobre Jean por ahí, como si no estuviera ella sacrificando su vida para mantener la paz diaria. Quería retomar la conversación, pero ¿cómo? No quería atiborrarla con preguntas sobre el trabajo o sus otras preocupaciones; cómo su familia. Recordó que la situación de Jean y Barbara no era común, pero podía entenderla. Eso sí, al tratarse de un tema sensible, lo mejor seria no abordarlo si ella no toma la iniciativa. Diluc no sabía de qué hablarle además del negocio, porque su prioridad era la guerra contra la Orden.

—Entonces… ¿Ya cenaste? ¿Quieres algo? —

Giró para buscar si tenia algo, recordando entonces que la comida no formaba parte de los servicios del negocio. Mordió su labio inferior, frustrado por la tontería que acababa de cometer. ¿Estaba nervioso? Volteó con Jean, luego de haber respirado hondo, y con la voz más sería que podía salir de él comentó.

—Puedo pedir que te traigan algo si gustas. —

Extrañamente, ese día Diluc había decidido ir a la taberna a pasar el tiempo. Si bien, consideraba que los caballeros de Favonius eran unos ineptos, pensó que quizá a estas alturas tendrían algún tipo de información sobre la orden o el estatus de seguridad en Mondstadt. Y si bien sabía, la mayoría de los caballeros eran muy boquiflojas al encontrarse en estado de ebriedad. Así cómo tampoco podía negar que era una de las ventajas de tener su taberna en funcionamiento.

La tarde iba avanzando rápidamente, gente llegaba y otra más se iba. Los bebedores de corrida larga ya eran los clientes más habituales, así cómo los que más ambiente creaban. Las risas, conversaciones, inclusive el sonido de los vasos chocando entre si o las mesas inundaban la taberna. Una típica escena en el Obsequio del Ángel. El pelirrojo, ataviado para la ocasión, se encontraba tras la barra, limpiando y organizando el área, y claro, atento sobre quienes ingresaban o se retiraban del lugar. Lo que sí lo dejo sorprendido fue cuando vio entrar a la gran maestre de la ciudad. ¿Qué hacia Jean ahí? No es un lugar que ella frecuente en su poco tiempo libre, si es que llega a tener. Y claro, oírla llamarle ‘’Maestro Diluc’’ aumentaba más su confusión inicial, pero trato de hacer caso omiso a aquel comentario.

—Buenas noches, Jean. ¿Acaso pasó algo? ¿Buscas a alguien? — cuestionó a la rubia con sincera curiosidad. — Me encuentro bien, vine a revisar el lugar. No quiero descuidar el trabajo de mi padre. — comento sin más, mientras sirvió en uno de los vasos que acababa de limpiar una bebida, la cual no tardo en ofrecer a la joven en un gesto cordial. — No tiene alcohol. Te gustara, es bastante refrescante. Es más, la casa invita. — comentó mientras colocó aquel vaso delante de Jean, tras aquella simple demostración de su servicio de bartender.

Los pasos lentos y sonoros se hacían sonar en el castillo de los caballeros, los guardias y caballeros habían dejado pasar al pelirrojo. Este tocaría la puerta del despacho del "Gran Maestre". >>Toc Toc<< El par de golpes eran resonados en la sala de espera, usando sus nudillos de la mano izquierda esperaría la indicación de entrar. Por otro lado en la mano derecha poseía una hoja envuelta como si fuera un pergamino.