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Pero así de rápido como fue esa muestra de afecto, acabó rápidamente cuando el pelirrojo soltó su rostro y seguido escuchó una risita traviesa de la niña que tenía en brazos, haciéndola sentir más apenada. ¿Qué acababa de suceder? No pudo disfrutar de qué Diluc a fin de cuentas si había accedido a su capricho.

Exhaló un suspiro tembloroso para armarse de valor. Para sentirse menos nerviosa, se trató de convencer así misma que lo que haría a continuación era una pequeña recompensa para el contrario por mantener esos accesorios tan curiosos un poco más. Ahora ella se acercó al hombre para depositar un pequeño beso en la mejilla de éste, apachurrando brevemente a la pequeña rubia entre ellos. —Espero que sepas a lo que estás accediendo maestro Diluc, pero gracias por aceptar, en serio te queda bien.— Mencionó con una risita para acariciar con suavidad su mejilla en un gesto cariñoso.
Le miraba atenta, esperando pacientemente una afirmativa a su pequeño capricho, de pronto sintiéndose ligeramente apenada por solicitarle algo así. Si bien no era una petición difícil, esperaba no hacer sentir incómodo de ninguna manera a Diluc. Si en serio no le agradaba tener esos adornos, ella misma se ofrecería a ayudar a quitarlos y guardarlos; después de todo, el simple hecho de haber logrado que se los pusiera en primer lugar ya era una gran hazaña.

Al menos se sintió relajada de verlo menos tenso que hace un momento, su sonrisa cambiando de divertida a una cariñosa, para después abrir los ojos con mucha sorpresa al ser tomada repentinamente con tanta suavidad por el hombre. Sus mejillas se arrebolaron con notoriedad por aquella inesperada afirmativa, además de que la miraba fijamente. Abrió ligeramente la boca para decir algo, pero las palabras simplemente morían en la punta de su lengua.
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El alivio que sintió al escuchar que todo se trató de una broma era indescriptible. El verla ahí, delante suyo, riendo, bromeando y cuidando a la pequeña Klee no hizo más que inundarlo de un sentimiento tan puro que sólo ella podía inspirar en él. Con toda la delicadeza que podía reunir en sus manos curtidas por el combate, tomó el rostro de la maestra intendente. — Yo haría lo que tu me pidieras. — comentó en un tono serio pero tranquilo, mientras la observaba directamente a los ojos.

Recordó entonces que la hija de Alice estaba con ellos, por lo que soltó rápido el rostro de la rubia, no quería causar alguna mala impresión en la menor. — Me los dejaré solamente un rato más. Disfrutenlo. —
La expresión del pelirrojo fue la gota que derramó el vaso y por más que intentara contenerse, la risa se hizo presente. Trató de no agitar mucho a Klee, a quien cargaba en brazos, solo haciéndola saltar suavecito por el movimiento natural al reír. Una vez que se calmó un poco, sonrió claramente divertida. —Yo estaba bromeando.— Dijo de forma entrecortada ya que estaba a nada de volverse a reír. —No te haríamos ir así a la taberna, por favor no te los quites aún.— Suplicó.
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— ¿En la taberna? — Abrió sus ojos, horrorizado ante la idea de que Kaeya y los otros briagos que frecuentaban el local lo vieran así. — ¿Y.. y sí mejor guardamos ya estos adornos? Podrian romperse. —
—Debo admitir que Klee eligió unos adornos bastante bonitos, realzan el lindo color de tu cabello. Hasta estarás festivo en la taberna.— Rogaba a Barbatos o a todos los arcontes no soltar una carcajada, pero se veía gracioso y bonito el usualmente estoico maestro Diluc.(?)
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Todo por complacer a la bendición de Mondstadt. (?)

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