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Una vez que Diluc dejó de usarla como mesa, se irguió en su lugar tratando de lucir un poco más intimidante. No sabía si estaba funcionando por la diferencia de estatura, pero por las lecciones de su madre sabía que su porte si bien no era intimidante, si imponía algo de respeto. Correspondió a la mirada del pelirrojo sin dejarse intimidar. Una vocecita muy tenue le decía que así no debe comportarse una Gunnhildr, pero el reto que tenía frente a ella hacía que esa vocecita fuera ahogada a la par que ella alzaba su barbilla de forma orgullosa. Además en un momento así de personal no había quien pudiera ver a la chica en ese comportamiento un poco más libre. —Puedo apostarlo. ¿Le gustaría un duelo Maestro Diluc?—
 
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