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Esa voz, esa horrible voz. Nítida como la gélida vespertina. ¿Otra vez estaba allí, invadiéndole el estómago con falasias de un destino no descrito por él? Dante ya era un viejo, no necesitaba más explicaciones, estaba tirado, azotado sobre una vieja silla de madera, devorado por pulgas, la pudredumbre, y la desnutrición. Llevaba días sin comer, noches sin beber, y las sombras, las sombras se volvieron uno con su corazón, fundido de desgracia.
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DanHarper · 100+, M
Delirante el hombre, embriagado de su éxtasis fulminó la vista en colores platinados, la lluvia galopaba su espalda, a causa del techo roto, y su corazón, gemía de dolor por dentro, mientras la sangre de aquel cráneo de lobo, chorreaba por su pecho y cuello.
Cualquier humano bendito que obervase la situación se vería fundido de discordia, confundido en el perdón de su mente, trataría de comprender, por qué un vagabundo casi muerto, bebía de la sangre ofrecida por una sombra; El resultado era estar cegado, olvidado en un propio desierto del cual no puede escapar, en el bucle más finito de su vida, la misma muerte.
Cualquier humano bendito que obervase la situación se vería fundido de discordia, confundido en el perdón de su mente, trataría de comprender, por qué un vagabundo casi muerto, bebía de la sangre ofrecida por una sombra; El resultado era estar cegado, olvidado en un propio desierto del cual no puede escapar, en el bucle más finito de su vida, la misma muerte.
DanHarper · 100+, M
Había hecho lo correcto, ahuyentó la voz de su mente, demonizó la audiencia con la sotana del destino, arrastrándose tal gusano en el pasto cortado, fruncido en el silencio de esas huecas paredes.
Rendido, sin ser fruto, el hombre no agoniza sino hasta que desprende sus cargas, tales como el remordimiento, la frustración del ser, el arrastrarse por el suelo por impedirse la muerte, sediento de su propia calamidad; Allí obtiene la visión, al viejo dueño de la morgue, al sujeto que porta entre sus manos un cráneo con bebida ancestral, la sangre del señor.
Dan la bebió, alzó sus rodillas como si en un zarzal de rosas hubiese caído, rindió sus manos a los laterales de las costillas flacuchentas, y en el ahinco de su tristeza, absorbió entre sus labios al cordero del mal.
—Que así sea, muchacho... Qué así sea.—
Rendido, sin ser fruto, el hombre no agoniza sino hasta que desprende sus cargas, tales como el remordimiento, la frustración del ser, el arrastrarse por el suelo por impedirse la muerte, sediento de su propia calamidad; Allí obtiene la visión, al viejo dueño de la morgue, al sujeto que porta entre sus manos un cráneo con bebida ancestral, la sangre del señor.
Dan la bebió, alzó sus rodillas como si en un zarzal de rosas hubiese caído, rindió sus manos a los laterales de las costillas flacuchentas, y en el ahinco de su tristeza, absorbió entre sus labios al cordero del mal.
DanHarper · 100+, M
Respiraba lento, sin ninguna posibilidad de recuperarse. El vomito hacía grieta sobre el piso, y la sangre rellenaba esa madera podrida por cada agujero y poro posible. No tenía salvación, más que la de arrastrarse moribundo y tendido, como rata arrinconada en un pedestal.
¿Verlo? ¿Qué ganaría al encontrarse con Al Muhem? El puto maniaco que acabó con la hermandad, que destruyó... Los fragmentos que adoró con tanta misandría. Era inequívoca la respuesta del tuerto en esto. ¡Había perdido su hogar en el desprecio! ¡Su vista y la adoración! Estaba muerto en vida, y abrirse los brazos, era la opción del cobarde. Pero no, no señor, no se iba a dejar vencer.
—Él te está esperando... Quiere verte. —
¿Verlo? ¿Qué ganaría al encontrarse con Al Muhem? El puto maniaco que acabó con la hermandad, que destruyó... Los fragmentos que adoró con tanta misandría. Era inequívoca la respuesta del tuerto en esto. ¡Había perdido su hogar en el desprecio! ¡Su vista y la adoración! Estaba muerto en vida, y abrirse los brazos, era la opción del cobarde. Pero no, no señor, no se iba a dejar vencer.
—P-pue... Ahg.—Respiró profundamente.— P-pues tendrá que esperar.—
DanHarper · 100+, M
¿En realidad la voz le correspondía? ¿O es que ya era un fracaso? Por sus ojos, la entraña se vio revuelta, recordó a su familia, a las pérdidas que le causaron sus hermanos, al pasado añejo con las espadas de guerra. Un vómito hizo falta para escupir la tripa que agonizaba, y con ella, sus deseos y tentaciones entre las palabras somnolientas de su demonio interno.
¿Volver? ¿Volver a dónde? ¿Al tajo partido? ¿Al sueño del ruiseñor que muere siendo azotado por las flechas en belenio? Nada tenía sentido... La terrorífica noche de su resurección no fue para nada más que hacerle sufrir.
Con esfuerzo, tallando los brazos en los bordes del asiento, irguió la espalda hacia adelante, empujándose con la poca fuerza que sus flacos pies tenían. Malo fue el destino impidiéndoselo, tras partirse una de las patas frontales, haciéndole caer de bruces en su miseria, en el vómito que anteriormente mancillaba el sue
— Las sombras te llaman, Dan... Tienes que volver. —
¿Volver? ¿Volver a dónde? ¿Al tajo partido? ¿Al sueño del ruiseñor que muere siendo azotado por las flechas en belenio? Nada tenía sentido... La terrorífica noche de su resurección no fue para nada más que hacerle sufrir.
Con esfuerzo, tallando los brazos en los bordes del asiento, irguió la espalda hacia adelante, empujándose con la poca fuerza que sus flacos pies tenían. Malo fue el destino impidiéndoselo, tras partirse una de las patas frontales, haciéndole caer de bruces en su miseria, en el vómito que anteriormente mancillaba el sue
DanHarper · 100+, M
— Dime, ¿Le conociste?
Esa voz, esa horrible voz. Nítida como la gélida vespertina. ¿Otra vez estaba allí, invadiéndole el estómago con falasias de un destino no descrito por él? Dante ya era un viejo, no necesitaba más explicaciones, estaba tirado, azotado sobre una vieja silla de madera, devorado por pulgas, la pudredumbre, y la desnutrición. Llevaba días sin comer, noches sin beber, y las sombras, las sombras se volvieron uno con su corazón, fundido de desgracia.
— O-otra vez tú. —Con tosca respiración, muy apenas respondió, moribundo en el centro de la silla, a punto de partirse.
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