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Cuanto le encantaban escucharse uno al otro, sonreír y acariciarse durante toda la noche mientras sus labios se unían, la Luna en el pecho de el sólo escuchando su voz mientras le leía sus historias favoritas sin detenerse, su frío era como la calidez que siempre soñaba, como podía alejarse si tanto la amaba y sus recuerdos en su piel cicatrizados estaban.

Pobre demonio cuando la Luna se alejaba desde kilómetros la observaba alumbrando otros amores vistosa en encanto y hermosa desde los simientos de su existir.
 

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