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A veces la gracia del destino encendía una vela en la oscura y fría penumbra. Era una llama pequeña, que indistintamente ante su tamaño, lograba calentarle las manos y el corazón.
Había días que despertaba agotada, no físicamente sino mentalmente en particular: Noticias de muertes y victorias; del avance del ejército de los muertos, y de la lucha de los suyos por retener el paso de éstos. A veces se celebraba en el salón de Winterfell, y a veces se brindaba en nombre de los caídos.
Y sin importar qué tan afligida estuviera su alma, o sus ánimos, siempre estaba esa luz al fondo del pasillo.
Y esa luz de fuerza siempre provenía de su Rey Jon. Y de la pequeña y poderosa vida que había sembrado en su vientre.
Ese día, entre todos, se sintió una mujer feliz. No una Regente: una mujer feliz.
¿Cómo no desear seguir adelante y salir avante de todas las batallas que ambos tenían por delante? Acariciaba el cabello de su amado Rey Norteño, congraciando sus cicatrices con cariños
Había días que despertaba agotada, no físicamente sino mentalmente en particular: Noticias de muertes y victorias; del avance del ejército de los muertos, y de la lucha de los suyos por retener el paso de éstos. A veces se celebraba en el salón de Winterfell, y a veces se brindaba en nombre de los caídos.
Y sin importar qué tan afligida estuviera su alma, o sus ánimos, siempre estaba esa luz al fondo del pasillo.
Y esa luz de fuerza siempre provenía de su Rey Jon. Y de la pequeña y poderosa vida que había sembrado en su vientre.
Ese día, entre todos, se sintió una mujer feliz. No una Regente: una mujer feliz.
¿Cómo no desear seguir adelante y salir avante de todas las batallas que ambos tenían por delante? Acariciaba el cabello de su amado Rey Norteño, congraciando sus cicatrices con cariños
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