—Dio un suspiro, que ocultaba una leve risa al escuchar esas palabras; aún no había recuperado su magia (pero no iba a fastidiarlo con eso ahora, no podía), por lo que aún era notorias levemente en su piel las fracturas de debilidad, como si de una muñeca de porcelana se tratara.—

No lo pongo en duda. Usted es un hombre perfecto. —Susurró, mientras permanecía al otro lado de su mesa de trabajo, tomando los frascos con pociones para entregarle las que le pertenecían. Actuaba con un poco de lentitud.— Pero, ¿está seguro de que está lo suficientemente sanado para cocinar?