Observó algo estupefacto lo que sucedía. Aquella mujer no era sólo una súcubo, era realmente un demonio a la par de las leyendas que existen en Teyvat, los Adepti y la era de los Dioses. De pronto sintió su cuerpo debilitarse, ser atado en contra de su voluntad, en lo que aquel ave fénix cambiaba de rumbo, habiéndose convertido él mismo en su objetivo.
— Esto... Esto está bastante mal. No queda otra más que encontrar la forma de huir...
Hablaba consigo mismo, dejando sus ojos cerrar, aparentemente “entregándose” a la derrota, mas no estaba esto más lejos de la realidad. A pesar de estar inmóvil aún era capaz de utilizar su visión, y esta resplandeció ante su comando, haciendo las llamas que se dirigían hacia él, desvanecerse a pocos metros, al tiempo que aquel sello hermético lo envolvió en aquella prisión de oscuridad.
— Bien, parece que salir de aquí te costará. Es eso... O morir aquí dentro. Sólo espero que usarlo... No termine por matarme.
