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DMx1576397 · 22-25, M
La cercanía y su enojo lo ponían nervioso. Sabía que esa mezcla podía dirigirse hacia cualquier cosa, y no estaba seguro de poder controlar otro ataque de ira de la pelirroja.

Pero todo recaía en su autocontrol. Relajó su cuerpo lo más posible, entonces desde la comodidad de su silla elevó su rostro para poder hacer contacto visual con ella.

— Hubo un ataque, al parecer el definitivo. Aún no se tiene la cifra correcta de pérdidas, pero fue quizás la mitad de la población terrestre. Lo bueno es que ahora les sobra espacio para vivir, lo malo... Es que aún no se sabe qué secuelas habrá. De cualquier forma estamos a salvo, pero las colonias ya cerraron sus fronteras y accesos a extranjeros. Digamos que fuiste la última en unirte. —
Atrapó la manzana de una, y al hundir las yemas en esta logró apaciguar un poco su enojo, mas no la mordió, la guardó en uno de los bolsillos de su bata de baño y avanzó hacia el pelilargo.

— Yo nunca fui una niña —apoyó las manos a los costados del castaño, sobre los reposabrazos de su asiento, inclinándose mucho para hablarle—. Y no lo seré, quiero dejar todo eso atrás. Pero cuanto más evadas mi pregunta, seguiré posponiendo tu reunión

En realidad, llevaba días posponiéndola porque le avergonzaba estar tan baja de peso e intentaba volver a su peso habitual.
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Grandioso, al fin captó algo que podría desviar su atención. Tomó una manzana y la lanzó con gentileza hacia ella.

— ¿Adultos? Aún somos niños. No estamos ni cerca de la mayoría de edad, así que me parece un buen pretexto para seguir disfrutando de esas cosas. — Subió los talones a una silla cercana. — Llegarán muchos años para ser adultos, terrícola. Cuando esos años lleguen desearás haber disfrutado estos. —

Estaba consciente que ya habían vivido más cosas que los adultos promedios, así que buscaba algún hueco para aún ser niño. Sabía que era imposible volver atrás, pero no perdía nada con intentarlo.
Llevaba una toalla hecha turbante en el cabello, pues claramente estaba recién salida de la ducha.

Su cinismo no hizo mas que ponerla histérica. Una vez que azotó la puerta avanzó a zancadas hasta donde estaba él.

— ¡No me cambies el tema! Y... ¿por qué restaría infla les en una fiesta de adultos? —entre enojada y curiosa preguntó, frunciendo el ceño.
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Ah, era uno de esos días de batalla con ella, bien. Entró, luego puso la bandeja sobre una mesa y tomó asiento allí, robando una manzana para darle una gran mordida.

En realidad estaba comprando segundos mientras masticaba con lentitud. Ya después de un momento pensó en cambiar el tema.

— ¿Qué tal una fiesta de bienvenida? Los muchachos quieren conocerte, y he hecho de todo para apartarlos mientras descansas. Quizás podríamos rentar un inflable, o algunos juegos. — Y volvió a morder su manzana, sonriéndole inocente.
Al bajar ni siquiera se molestó en mirar a quien les recibía, tampoco el lugar, agachó la cabeza y le siguió tan rápido como pudo.

Transcurridos unos días, no se había adaptado del todo, pero estaba más tranquila. Ahí nadie la conocía, salvo casos puntuales y no de cualquiera que uno se podía topar casualmente en la calle.

Al abrir la puerta aquel día, se paró en el marco de la puerta antes de dejarlo pasar, aunque tuviera la bandeja llega.

– ¿Ya me dirás qué fue lo que pasó en la Tierra ese día? —lo encaró con voz grave, advirtiendo que no pensaba moverse si no le respondía de una buena vez.
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Sonrió satisfecho, esa era la energía que quería ver. Tomó su mano y apenas bajaba de la nave la desvió hacía una puerta, conduciendola lejos.

— Todo este lugar es seguro. Tenemos departamentos, una cafetería, incluso comerciamos maquinaria. Si bien no está registrado oficialmente recibimos fondos de la colonia; somos agentes especiales. — Y llegó a un pequeño edificio. Usó una llave para abrir la puerta y le permitió el paso al departamento.

Ahí comenzó a establecerla. Trajo ropa, aunque supuso no toda sería de su gusto. Después de unos días le consiguió su propio departamento a lado del suyo, esperando eso le diese un sentido de pertenencia mayor. Las semanas pasaban poco a poco, en calma y sin mucho movimiento.

Ya iba a su puerta con una bandeja de comida, luego tocó la misma con los nudillos.
— No soy delicada, ¿olvidas quién so...? Lo que fui —se corrigió mientras este la desabrochaba. Temía muchas preguntas por hacerle, pero además de que le pasó la servilleta por toda la cara prácticamente... debían bajar. Le permitió ayudarla a incorporarse, incluso le dejó ayudarla a caminar hasta la salida de la nave, diciendo un "lo siento" muuuuy bajo, pues las disculpas no habían sido jamás parte de su vocabulario habitual. Pero bueno, se había vomitado, era asqueroso hasta para ella.

Pero en cuanto le advirtió que otras personas la verían, rápidamente se soltó de él, y como si nunca hubiera estado débil, enferma o al borde de la muerte, se peinó sus cabellos de fuego lo mejor que pudo.

— ¿No pudiste llevarme mejores ropas? ¡Esto es horrible! —espetaba en "susurros" tan fuertes que le escupía al emitirlos. ¿Podemos ir por la parte trasera? Bitte, Msxwell, bitte... —chilló.
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Iba saliendo de la cabina cuando vió el vómito de la alemana. Puso cara de asco, aunque en realidad ya era mucha ganancia que la trajera viva a la colonia.

— Ustedes los terrestres son demasiado delicados. — Fue por servilletas y limpió su boca, después desabrochó su cinturón y tras tomarla de las axilas la levantó como había hecho en la bañera.

— Ya estás a salvo, ahora iremos a casa. — Se escuchó movimiento a su alrededor. Estaban descargando la nave con grúas y camiones, sacando una enorme unidad humanoide del interior.

Duo miró hacia la misma con nostalgia, tendría que entrar ahí pronto. Por ahora sujetó bien a Asuka y se pasó un brazo sobre los hombros.

— Sonríe, conocerás a mi equipo de trabajo. Todos van a envidiarme cuando vean lo linda que es mi chica. — Fuera de ello estaba más preocupado por su salud que por otra cosa, así que intentaba detonar algo de energía en ella.
¿Qué fue eso? —cuestionó, casi ahogándose con el agua que bebía con desesperación. No se había dado cuenta de lo seca que estaba su garganta hasta ahora. Luego volteó en todas direcciones de la nave, tras esa alerta—. ¿EN VERDAD PIENSAS QUE PUEDO DORMIR ASÍ? —rugió histérica, con impotencia, en cuanto desapareció detrás de la puerta de cabina, pues aún no hallaba la forma de desabrochar ese cinturón.

"SCHEISSE, MAXWELL!", habría preferido morir. Estaba segura de haber visto algo después del último vistazo que le echó a la Tierra, porque ahora la nave había cambiado el rumbo adrede. ¿Qué le estaba ocultando? ¿Cuánto tiempo más pasarían en esa nave? No quería seguir sola con sus pensamientos, se estaba consumiendo.

Y para su sorpresa, sí se durmió. Despertó al sentir el cambio de gravedad, y luego todo ocurrió muy rápido, sobre todo ese aterrizaje que la hizo vomitar lo poco que comió durante el viaje.

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