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— Estoy bien, estoy bien.
 
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Le contempló en silencio absoluto mientras la expresión en su rostro se iba distorsionando de a poco. Eso sonaba muy ajeno para ella, ni siquiera podía decir si común o corriente, debía serlo, pero no para ella. Ni siquiera su concepción había sido "normal", todo en su existencia fue meticulosamente planeado, hasta que se "implantó el chip", eso era todo, lo único que deseaba, lo único que conocía, a pesar de que tenía una carrera universitaria concluida a su corta edad.

Siempre hablas de esa estúpida colonia —dijo casi molesta, como si su genio habitual hubiera vuelto a ella—. ¿Por qué es tan buena? ¿Tan especial? ¿Tienes alguna fotografía siquiera?
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Bajó su vista hacia ella, de alguna forma lamentando la formación que estaban dándole a la piloto: Vacía, sin una visión para el futuro. Ella era demasiado joven para darse cuenta que había sido influenciada para el beneficio de otros... Eso tenía que cambiar.

— Siempre he querido abrir un taller. La mecánica se me da desde pequeño, entonces quizás es a lo que deba dedicarme. Abrir un taller temprano, sentarme a beber café mientras llegan los clientes... Y observar la colonia. Hay una buena vista allí, en donde quiera que vivas. —
¿Hm? —aquella pregunta la sacó de su ensoñación. Sus ojos se volvieron a abrir de par en par, mas no separó el rostro para contemplar mas que a algún punto fijo en aquel manto de tela—. La verdad es que... —estiró una mano, de la cual hizo sobresalir el índice, y lo hundió en esa tela fría—. Nunca lo había pensado —confesó en un hilillo de voz, antes de alzar el rostro hacia el ajeno—. Ser la mejor piloto siempre ha sido mi único objetivo en la vida... —por alguna razón sintió que lo mejor sería ocultarle que su otro objetivo había sido conquistar a un hombre mayor—. No sé si pueda imaginarme otra vida, si nací para esto. ¿Tú sí?

Tuvo la impresión de que aquella pregunta no la dejaría dormir esa noche.
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— Y ... ¿Has pensado en qué harás después de salvar al mundo? — Tenía que preguntar, pues era algo que él a menudo se detenía a pensar. ¿Qué sería de él después de todo aquello? ¿Habría un panorama brillante esperándolo en el futuro?

Suponía que para ella sí. Por lo que había investigado ella tenía dinero, además que era una genio para su edad. Quizás ya tenía un matrimonio arreglado, una herencia o alguna beca para más estudios.
No hizo por forcejear ni alejarse cuando le acurrucó contra su pecho. La verdad era que se sentía demasiado bien y cálido, tanto como para quedarse dormida mientras hablaba. Nunca había estado con otro ser humano que fuera... o mejor dicho, que le permitiera ser tan cálido con ella.

Una semana es demasiado —se quejó, cerrando los ojos. Apoyó la mejilla contra su pecho y una mano sobre el abdomen del castaño—. Me aburro sin ti apareciendo por donde sea.

Carraspeó suavemente, con una voz adormilada.

Si a un ángel se le ocurriera bajar, con gusto le patearé el trasero.
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El momento gracioso había pasado a una extraña pero bien recibida calma. La acurrucó contra su pecho, luego dedicó una mano a acariciar su cabello rojo, tonalidad que tanto le gustaba. Sólo por ello ignoró el dolor de uno de sus brazos vendados, pues sabía que ella no permanecía quieta mucho tiempo y debía aprovecharlo.

— Quieren mantenerme aquí una semana, de cualquier forma pienso regresar mañana, dejé una instalación a medias. No es que los ángeles vayan a esperar a que salga si se les antoja atacar. —
¡Cuidado con llenarme de mocos! —y como siempre, todo lo que salía de su boca sonaba a amenaza, pero la verdad fue que retiró la mano de su rostro y se soltó a reír, concediéndole el verla asentir con la cabeza mientras trataba de peinarse.

Se encogió y se apegó a él, como si se fuera a tomar en serio la tarea de no ser vista.

¿Hasta cuándo te tendrán aquí? —quiso saber en lo que desviaba su mano ahora hacia la frente ajena, despejándole de ese flequillo rebelde.
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Estalló en risas, las cuales sonaron absurdas y nasales cuando ella le tomó la nariz. Apartó su mano con gentileza, después dejó un beso pequeño sobre el dorso.

— Si no lo hago yo, ¿Quién lo hará? Con algo debemos divertirnos. — Y eso era más útil que cualquier tratamiento, ya estaba olvidando el dolor de las heridas con tan sólo hablar con ella.
Estaba convencida de que aquél era el momento indicado para marcharse, tras tirarle la almohada sobre la cara y bajarse de la camilla. Pero en cambio este se hizo con ella como si fuera menos que una muñeca; sintió la presión y el movimiento, sin quedarle mas que confiarle su peso y seguridad. Y en cuestión de un parpadeo quedó sepultada con él bajo las sábanas.

¡Esto sólo hace todo peor, baka! —le retó, elevando el manto con sus manos y volteando hacia él, en busca de cruzar miradas de complicidad—. Te gusta meterte en problemas, ¿cierto? —dejó una mano apoyada en la sábana y dejó salir un suspiro antes de llevarle una mano a pellizcar la punta de su nariz.
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Fue demasiado tarde para detenerla. Para cuando pudo reaccionar su almohada ya había sido vilmente arrebatada, y ahora ella la sostenía por encima como si amenazara a usarla. Cualquier chico hubiese encontrado ese momento aterrador... Pero a él sólo se le aceleró el pulso con adrenalina.

Se dobló por la cintura lo suficiente para ir a reclamar su cintura con las dos manos, y después usó el peso de su torso al echarlo de vuelta a la cama, buscando jalarle con él. La recostaría a su lado, después utilizaría las sábanas para improvisar un refugio con ella, donde les cubriría una especie de anonimato.

— Ahora ya nadie podrá verte. —

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