La menor se encontraba sentada en el tejado de la casa de placer para la que trabajaba con un espejo de mano dándole un último toque a sus labios. Bajó el espejo al escuchar aquella familiar voz, y una sonrisa apareció en su rostro al ver aquella calabaza; sus ojos parecían diamantes por el brillo que ver aquello le ocasionó pero se desvaneció de manera inmediata, cruzándose brazos e indignándose a punto de comenzar un drama.

— ¿Te adelantaste? O sea que, ¿hoy ya no me llevarás? ¿Entonces para qué me arreglé? —