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Pero no, en esta ocasión había preferido quedarse ahí, delante de él, hostigándolo con preguntas que incluso a él no le interesaban del todo. Se irguió en el banquito, levantó los brazos sobre su cabeza para estirar el cuerpo y echó un vistazo, discreto, hacia la puerta como si esperase que en algún momento Rosaria entrara para darle una compañía amena.
— Maestro, sírveme otra copa y cuéntame de tu viaje. Seguramente viste muchas cosas interesantes, ¿no? —Inquirió. Apoyó entonces el codo izquierdo sobre la barra de madera y reposó su propio mentón sobre la palma abierta. Así podía no sólo escucharlo sino que también mirarlo mejor.— Se te echó mucho de menos. Varios de tus clientes habituales extrañaban tu presencia y tu buen servicio. No vuelvas a dejarlos sin avisar primero.
— Maestro, sírveme otra copa y cuéntame de tu viaje. Seguramente viste muchas cosas interesantes, ¿no? —Inquirió. Apoyó entonces el codo izquierdo sobre la barra de madera y reposó su propio mentón sobre la palma abierta. Así podía no sólo escucharlo sino que también mirarlo mejor.— Se te echó mucho de menos. Varios de tus clientes habituales extrañaban tu presencia y tu buen servicio. No vuelvas a dejarlos sin avisar primero.
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