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[...] capitán de Caballería en que se había convertido Diluc, o su propia habilidad con la espada o el hecho de que ambos se defendían, con unas y dientes, como si el vínculo que los uniera fuese realmente sanguíneo y no sólo por una palabra. Kaeya suspiró con desidia y desánimo, pues la copa estaba ya casi vacía con ese último sorbo; su atención se centró en el canto de la copa y, para disimular la amargura de sus pensamientos, solo comenzó a reírse por las brillantes bromas que Diluc era capaz de hacer. Demasiado perspicaz, pero sobre todo molesto.
— Los viajeros suelen conocer muchas historias y chismes de las ciudades vecinas por donde transitan. Pensé que quizás algo interesante habías escuchado. Después de todo, no soy el único que tiene oídos por toda la ciudad. —Allí dirigió su atención al pelirrojo, en sus labios volvió a mostrarse una sonrisa tan animada como divertida, casi tanto como la que solía mostrar durante [...]
— Los viajeros suelen conocer muchas historias y chismes de las ciudades vecinas por donde transitan. Pensé que quizás algo interesante habías escuchado. Después de todo, no soy el único que tiene oídos por toda la ciudad. —Allí dirigió su atención al pelirrojo, en sus labios volvió a mostrarse una sonrisa tan animada como divertida, casi tanto como la que solía mostrar durante [...]
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