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SirTristan · 36-40, M
— Marchaos ... Esta es mi prueba. —
Dijo el caballero, y sin duda alguna los dos que lo acompañaron y el escudero gritaron un poco despavoridos y comenzaron a correr, esta no era la clase de aventura que esperaban, el pelirrojo se mantuvo firme donde estaba, su capa blanca y cabellos rojizos se ondeaban con violencia ante la ventisca que a causaba aquella criatura, que sin duda tenía hermosura ciertamente mística, pero aquellas amenazas sin duda le molestaron.
— ¿Quién sois para enjuiciar a los humanos? Nadie debería excepto los Dioses en Avalon ... —
Dijo alzando lentamente su mano de debajo de su capa, mostrando un arco completamente poco ortodoxo y claramente ni una pizca de miedo. Sobre todo impulsado por los sentimiento anteriormente explicado.
— ¿Quién sois para creer que podéis definir el destino de otros?—
Dijo el caballero, y sin duda alguna los dos que lo acompañaron y el escudero gritaron un poco despavoridos y comenzaron a correr, esta no era la clase de aventura que esperaban, el pelirrojo se mantuvo firme donde estaba, su capa blanca y cabellos rojizos se ondeaban con violencia ante la ventisca que a causaba aquella criatura, que sin duda tenía hermosura ciertamente mística, pero aquellas amenazas sin duda le molestaron.
— ¿Quién sois para enjuiciar a los humanos? Nadie debería excepto los Dioses en Avalon ... —
Dijo alzando lentamente su mano de debajo de su capa, mostrando un arco completamente poco ortodoxo y claramente ni una pizca de miedo. Sobre todo impulsado por los sentimiento anteriormente explicado.
— ¿Quién sois para creer que podéis definir el destino de otros?—
D1570641 · 22-25, F
Una mano surgió de la arena, deslizando los dedos por la superficie. A ésta le siguió un brazo, un hombro, una cabeza. Una figura se dibujaba en la distancia, en lo alto de una duna. Los fragmentos de arena caían y caían, como si un remolino se estuviese abriendo. Cuando el cuerpo hubo salido, el terreno retomó la calma sepulcral.
Un siseo interrumpía el silencio, como si un coro de cientos de serpientes ocultas bajo la arena alertaran del peligro. La forma femenina desencajaba en el paisaje, muda y petrificada.
Un susurro surcó por los oídos de cada uno, una voz que helaba la sangre, pues no era nada que hubieran escuchado nunca. El instinto de supervivencia se estimulaba por un peligro que se acercaba y cuyo aliento acariciaba sus nucas.
Un siseo interrumpía el silencio, como si un coro de cientos de serpientes ocultas bajo la arena alertaran del peligro. La forma femenina desencajaba en el paisaje, muda y petrificada.
Marcharos debéis, o un juicio sufriréis.
Un susurro surcó por los oídos de cada uno, una voz que helaba la sangre, pues no era nada que hubieran escuchado nunca. El instinto de supervivencia se estimulaba por un peligro que se acercaba y cuyo aliento acariciaba sus nucas.
SirTristan · 36-40, M
(...) cabalgaban por las arenas para acabar con la vida de esta criatura, estaba un tanto cegado por el resentimiento y la ira de su pérdida y claro, el hecho de que su Rey no entendiera el corazón de sus hombres y pueblo. Por ende no tomaría las decisiones más sabias al aventurarse casi que por desquite a peligrosas hazañas seguido por fieles aventureros como antes fue descrito.
SirTristan · 36-40, M
En sus años mozos, mucho antes de la actual campaña en el Norte y poco tiempo después de su partida definitiva del lado de Isolde, aquella que amó con locura y tragedia, pero el destino sin duda les era no favorable, el pelirrojo se tomó algo de tiempo para sí mismo. En ocasiones partiendo a aventuras junto con un par de soldados y un escudero, derrotando bandidos, brujos e inclusive criaturas malignas. Muchas de aquellas pruebas sin duda eran difíciles, casi nunca se trataban de sólo batallar, entonces a sus oídos llegó el rumor de otra peligrosa criatura . . .
Justo cómo fue recitado en el texto anterior, se trataba de una asesina nacida en el desierto, la profecía susurrada por una vieja oráculo hizo que él y su pequeña compañía se aventuraran hacia esas místicas tierras del Este. Y habiendo paz en Camelot y claro aún un tanto resentido con su adorado Rey por no comprender sus sentimientos se aventuró hacia las tierras dónde habitaba semejante "bestia" listo mientras (...)
Justo cómo fue recitado en el texto anterior, se trataba de una asesina nacida en el desierto, la profecía susurrada por una vieja oráculo hizo que él y su pequeña compañía se aventuraran hacia esas místicas tierras del Este. Y habiendo paz en Camelot y claro aún un tanto resentido con su adorado Rey por no comprender sus sentimientos se aventuró hacia las tierras dónde habitaba semejante "bestia" listo mientras (...)
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