— ¿Q-Qué? Eso...Eso suena horrible... — El príncipe beluga escuchó las palabras del consejero real de Kalessa, manteniendo su mirada directa hacia él y sintiendo en su interior una leve punzada en el pecho, miedo y asco de sólo escuchar cosa semejante a ello.

Junto a eso, al tener la palma del contrario acariciarle la mejilla, tuvo un mal presentimiento y una intensa incomodidad, deteniendo así aquella mano al sujetarla con fuerza de la muñeca. Frunció su ceño, para hacerle entender que parara de aquello.

— Necesito que respete mi espacio, a menos que quiera que Kalessa y Atlantis reciba quejas por parte de un joven noble y diplomático como yo, por su imprudencia ante mí. — Le amenazó el beluga, soltándole suave la muñeca, observándole de arriba a abajo.