— Ufff... — Dáleth logró al fin respirar de alivio, llevando sus dos manos al pecho, como queriendo calmar su nerviosa y temerosa respiración y el ritmo anormal de los latidos de su corazón. — Wow...Eso...Eso estuvo cerca...Demasiado cerca... Casi moría...

—Todo el mundo habla sobre mi tiranía hasta que necesitan mis fuerzas... bien, nos veremos en otro momento, príncipe, uno mucho menos amigable— Se dió la vuelta y emprendió camino de regreso, no tenía más que decir y tampoco quería escuchar nada más.

— Mi Rey ha sabido orientar bien a su pueblo sobre lo despiadado y ruin que es usted, Su Majestad. Sería una estupidez de mi parte arriesgar mi vida entablando pláticas con usted y sin tener mis guardias personales custodiándome. — El joven beluga se dispuso a retroceder unos pocos centímetros del león, para hacer distancias entre ambos. A pesar de que su voz sonaba tajante y seria, todo su cuerpo no paraba de temblar de miedo.

—¿Estás diciendo que rechazas mi amabilidad? Vaya, comienzo a dudar de si en realidad respetas mi posición y presencia— Recriminó mientras afilaba la mirada, cruzándose de brazos y frunciendo un tanto el ceño, era obvio que no le había gustado su respuesta, menos cuando su acercamiento se había dado sin ninguna otra intención que saber si se encontraba bien —Ahora veo que no tenemos buena relación con el reino acuático, gracias por hacermelo ver, príncipe—

— ... — El príncipe Dáleth bajó lentamente su mirada, razonando en aquellas preguntas filosóficas que aquel rey le había formulado, quedándose sin palabra alguna para responderle. A pesar de ello, soltó un profundo suspiro, volviendo a verle al rostro. — Mi estado de ánimo no debería ser de importancia ante una figura tan emblemática y autoritaria como usted, Rey Siro...Pase de mí.

—¿Y que debería hacer? ¿Arrancarmelos?— Se acercó sin más, cual fiera que se le iba encima a su presa, aunque se detuvo a una distancia medianamente prudente —¿Es que tu puedes quitarte los ojos solo porque a alguien no le gusta mirarlos? Estás pidiendo cosas muy injustas—

— No tendría tanto miedo, si dejara de mostrar esos colmillos... — Le indicó en un hilo de voz y hablando entre dientes, desviando su mirada. A pesar de que le temía a ese Rey, no iba a darle indicios de debilidad.

—Hablo de esa expresión que tienes... ¿Que pasa, te asusto? Estás temblando demasiado— Cuestionó sonriendo divertido, mostrando los colmillos y mirándolo con aire amenazante.

— N-No sé de qué habla... — El joven beluga se aterrorizó ante la imponente presencia del Rey Siro, temblando de pies a cabeza al verlo. —

—No pareces muy contento, príncipe—