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Aғᴛᴇʀ sᴏ ᴍᴜᴄʜ ᴘᴀɪɴ﹐ ᴇᴠᴇʀʏᴛʜɪɴɢ sᴇᴇᴍs sᴏ ғᴜɴɴʏ.
 
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Y justamente, eso sería lo que provocaría Kurō. No ganaría él, por supuesto que no; todo lo contrario... Él haría ganar a todo mundo al arrebatar toda esa suerte y esparcirla como polvo de hadas.

— Oh, ¿también dan total libertad para ese tipo de engatusamientos? Qué maravilla. —evidentemente sabía que bromeaba, pero no dejaría que todo ese tema quedara en palabras. Para continuar con su plan de manera perfecta, necesitaba los encantos conejiles de la rubia. Tomó asiento sobre la silla que le ofrecían y giró un poco la cabeza para poder ver a la coneja con el rabillo del ojo.— ¿Qué esperas? —sutilmente, los labios se curvaron con una perfección majestuosa para lograr dar más poder al misil que estaba a punto de soltar.— ¿O es que el conejo le temió al cuervo? —disfrazado en una pregunta, Kurō lanzó un reto que dejaría en claro la posición entre ambos. ¿Quién era la presa? ¿Ella o él?
Qué sorpresa había sido que la rubia mostrara un lado humano. De haber un marcador que puntuara su interacción, ambos estarían empates por lograr desequilibrar la calma que mantenían presentes. Ahora, Kurō había encontrado el talón de Aquiles de esa vivaz coneja. ¿Qué más cosas podría encontrar en su breve relación? La llama de su pecho comenzaba a arder por ver todo aquello como un reto a sí mismo.

Póker, un juego donde hay de todo menos suerte. Las únicas personas que llegasen a pensar que ese juego de cartas era azar, eran las pobres almas que perdían las escrituras de sus hogares. Una mente privilegiada podía destrozar al crupier, aun cuando este usara artimañas para cambiar la salida de las cartas. Ese pequeño juego era, curiosamente, ideal para que su objetivo se cumpliese. ¿Y por qué? Sencillo, no era el único jugador: existían más personas que yacían ahí con esperanzas de ganar un buen monto.
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colores de sus contrarias. Czarina clasificaba a ese tipo de personas como devoradoras o parasitarias, sin embargo, como le había sucedido antes, el aura del hombre no tuvo ningún efecto sobre ella... Probablemente porque la rubia jamás había poseído una para empezar. Qué decepción, por un momento creyó...

—Aquí estamos —siendo que la mesa de póquer no se situaba lejos, llegaron con tan sólo dar unos cuantos pasos—. Tome asiento, apreciado cliente, ¿quiere que me siente en sus piernas? —bromeó, colocándose detrás de la silla que le ofrecía con un señalamiento de su mano y le dio un vistazo rápido a su alrededor; prácticamente los sitios de los participantes ya estaban llenos por lo que no tardarían en repartir las cartas. Usualmente su trabajo sería observar para interceptar a algún posible tramposo, pero en ese momento estaba ahí para hacer trampa a favor de su cliente. ¡Qué ironía tan divertida!
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Czarina aparentó dejar resbalar las palabras del hombre, pero fue difícil que no reaccionara al no saber exactamente lo que él sentía al decirlas. Sí, su tono había sido sarcástico y eso era un claro indicador de que no hablaba en serio, pero mucho de lo dicho por su hermano mayor tenía esa entonación y a veces iba en un doble sentido para engañar al receptor; ¡demonios! ¿Por qué lo estaba comparando con él? No debía... Eso no era divertido. Se mordió la mejilla interna con fuerza para evitar sonrojarse y suplantar su hilo de pensamientos con el dolor; pero no fue tan efectivo, pues un tenue rubor perduró en sus pómulos y no se borró sino hasta que la risa emergió de sus labios tras esa pobre imitación de emoción que el desconocido le ofreció.

—Sí, wuu —correspondió con la misma actuación y le sostuvo la mano, aprovechando ese enlace para poder observar otro punto de interés; algunas auras se apropiaban de otras personas y las drenaban o eran capaces de cambiar los
Perfectamente todo podía estar arreglado en el casino para dar esa falsa esperanza de que podía ganar una suma grande después de su estrepitosa perdida de dinero, pero le dio el gusto. Así mismo, podía poner en marcha ese ingenioso plan que había pensado anteriormente.

— Muy bien. Vamos a que siga perdiendo dinero. Yey... —demostró más sarcasmo en sus palabras. Inclusive, su movimiento corporal desprendió una enorme carga por la imitación eufórica de alguien feliz al elevar el brazo derecho; mismo que cayó sobre la mano ajena para ser guiado. Ahora, tenía que ver como destruir esa supuesta fortuna y ganar al ser un completo perdedor.
Los ojos se ocultaron tras los párpados y el cuerpo se encogió para realzar los hombros en un gesto común en Kurō. ¿Qué podía decir tras todas esas palabras? El interés que desprendía era minúsculo para continuar con toda esa verborrea, pero si tomó la libertad de reír suavemente y volver a clavar la vacía mirada sobre la mujer.— ¿No eres una coneja de verdad? Vaya timo... Yo qué tenía curiosidad en explorar si una coneja humanoide tenía el mismo gusto por reproducirse. —nuevamente optó por el camino de la ironía y el sarcasmo, dejando en claro que así tendía a responder: tenía una caracterización sencilla a simple vista.

Las palabras de una tercera persona fueron presentes y Kurō asintió ante lo escuchado. Ya no tenía muchos ánimos de continuar perdiendo dinero, pero la rubia parecía ser insistente en demostrar esa aclamada suerte.
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El ambiente no podía ser más perfecto para ella. Todo se acomodaba, pero él era una variable que no podía controlar a favor de este; cuánta expectación—. Verás, yo y el peligro somos viejos conocidos y he aprendido lo divertido que es correr hacia él —le guiñó un ojo—. Pero tengo una deuda como coneja de la suerte que saldar y no respondiste a mi ofrecimiento cuando yo sólo quiero ayudar —puso un puchero falso y le ofreció su mano para que la tomara antes de volver a hablar—. ¿No te interesa descubrir si digo la verdad, bestia? —la última palabra la dijo con total seriedad y dando por sentado que vería ese lado suyo. Ese era su objetivo, desequilibrarlo, estudiarlo y extraer todo lo posible de aquella aura multicolor que no paraba de bailotear y estar quieta a ratos sin motivo aparente.
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—Uuh —Czarina fingió temblar cual conejo, agitando así sus orejas y parte de su indumentaria—. Mi instinto de lagomorfo me dice que debería correr, lástima que —con el índice le dio un par de golpes a la oreja derecha de su diadema y se acercó nuevamente a él para susurrarle al oído—, ya sabes, no sea una coneja de verdad —volvió a tomar una leve distancia mientras le enseñaba la lengua y le guiñaba un ojo. Desestimar sus propias palabras parecía ser un pasatiempo para ella y por tal motivo se echó a reír por un par de segundos, recuperando la compostura poco después.

—Disculpen —la voz de otra trabajadora interrumpió a los dos desconocidos—. Sólo para avisarles que van a abrir la mesa de póquer muy pronto y se reciben jugadores. Con permiso —tan rápido como llegó, la fémina se fue a informarle lo mismo a otro jugador que bebía solo en la barra.
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Una señal apareció, pudo percibirla en el cambio de tonalidades que él despidió justo en el instante en el que Czarina le plantó aquel supuesto "beso"; algo en él había cambiado justo como su paleta de colores pero, ¿qué significaba? Él no puso ninguna mueca y por supuesto que su mirada fúnebre tampoco resultó de utilidad. ¿Su hipótesis? Se había visto incómodo, quizá molesto, por la intromisión tan agresiva hacia su espacio personal. Las palabras que dijo como respuesta le dieron a su teoría más puntos a favor pues la degradó a una "útil servilleta" con ese tono sarcástico que Czarina conocía desde sus primeros días de crianza y que parecía ser un estandarte para todo Vermillion; empero, no le resultó molesto ni mucho menos: a toda acción corresponde una reacción. Si se sintiera agraviada por las consecuencias de sus avances para con sus objetos de estudio no sería divertido investigar en primer lugar.
— Tenderme una emboscada es de los más sencillo, ¿sabes? Soy débil y no puedo controlar mis instintos animales... Y, como tal, podría ser una bestia si se me arrincona. —dejó su ingenioso juego de palabras donde se podía ser percibido como un simple comentario o una sutil amenaza. Como sea, su mente había ideado una magnifica forma de cazar a esa astuta coneja. Ahora era turno de ser un excelente cazador y esperar a que su presa avanzara por sí misma.

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