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Css1563493 · 31-35, M
En uno de esos parajes se había internado Sirius, llevando a partes iguales por la melancolía y la necesidad de una soledad que antaño se le había antojado nociva, pero ahora lo llamaba con la voz seductora de una amante esperándolo. ¿Qué mejor cuna para las sinfonías que el silencio? Entre los vestigios de la naturaleza aletargada por las bajas temperaturas, en el corazón de la floresta muerta, podrían esperarlo las mejores notas, morando en su mente, pero no por ello menos reales. Un sencillo abrigo - no podría permitirse más, aún era un adolescente carente de los efectos más comunes; el orfanato no se distinguía por dotar a sus pupilos de lujos, o necesidades superfluas según sus términos - cubría su enjuta humanidad, apenas dándole protección contra el eolo artero que ya había llevado su hálito glacial a otros sepulcros; era una de las pocas "riquezas" que se pudo permitir tras una larga temporada de trasponer ochavos, dándoles refugio en una caja de latón.
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