La había seguido entre la oscuridad en los límites del monte Greylock. Jamás pensó que su encuentro le remontaría a su crudo pasado. Ante el tenue velo lunar que la cubría se posicionó en cuatro patas y se convirtió en una criatura de pelaje blanco, precioso, lo único que permanecía eran sus ojos de bruja como dos cristales azules que justo ahora lo habían descubierto.
Batía sus alas contra la fresca brisa, sintió la necesidad de querer buscar alimento aún si fuese una ave menor, era inexplicable, ¿Cómo es que los estudiantes controlaban eso? No se podía, pues era bien sabido que al estar en forma animal se tomaban los instintos y características sin perder conciencia. Planeó por sobre encima de una lobuna Darice, sintió sus alas listas para el deceso. Ir a la rama de los árboles a unos metros de distancia de ella. ¿Ella era un animago? Pero si lo era… ¿Por qué se iba en las noches de lunas los últimos dos años? Iba armando las piezas del rompecabezas en lo que sus afilados ojos eran capaz de captarla y grabar dicho momento en su mente. ¡Lo recordó! Podían comunicarse, si podían comunicarse entre ellos aún en esa forma.
