-Recordó en esos momentos las enseñanzas del hechicero en su niñez, se concentro lo suficiente para lograr una comunicación con Redford en aquella forma, mantuvo sus ojos cerrados por algunos minutos hasta logro poder hacerlo- ¿Crisant?-Pregunto confundida en medio de aquella conexión, claramente sentía como si su corazón fuese a salirse por su garganta cosa que era evidentemente imposible, lo único que ella necesitaba eran respuestas del porque se hallaba ahí y más que nada porque era un ¡Ave!-

Batía sus alas contra la fresca brisa, sintió la necesidad de querer buscar alimento aún si fuese una ave menor, era inexplicable, ¿Cómo es que los estudiantes controlaban eso?
No se podía, pues era bien sabido que al estar en forma animal se tomaban los instintos y características sin perder conciencia.
Planeó por sobre encima de una lobuna Darice, sintió sus alas listas para el deceso. Ir a la rama de los árboles a unos metros de distancia de ella.
¿Ella era un animago?
Pero si lo era… ¿Por qué se iba en las noches de lunas los últimos dos años?
Iba armando las piezas del rompecabezas en lo que sus afilados ojos eran capaz de captarla y grabar dicho momento en su mente.
¡Lo recordó! Podían comunicarse, si podían comunicarse entre ellos aún en esa forma.

-Si bien no le era demasiado agradable estar en esa forma era la única forma de sentirse libre y conectada a su padre pese a lo sucedido aún lo amaba y lo necesitaba no es que no apreciara a sus tíos y tías pero era evidente la necesidad por sus progenitores, se escabullia entre los árboles y troncos caídos hasta llegar a la punta del acantilado donde se detuvo aullando hacia la luna por breves minutos más sus orejas se movían captando la mayor cantidad de sonidos posible pero el que sin duda le llamo la atención fue el movimiento de unas alas acercándose a su posición ¿Será posible que fuese Redford? ¿Desde cuando era un animago?-

Minutos antes de salir del castillo seguramente se habían percatado. Pero, ¿Qué podía importar eso ahora?
Sentía el viento en su pico, podía sentirse bastante libre, lo había conseguido después de las prácticas, después de su duda y del poco tiempo que tenía estaba él en el aire. Buscaría a Darice con su vista mejorada entre el follaje verde, era imposible no poder ver esa melena blanca.

La varita en su corazón, faltaba el rayo ensordecedor aún con el pronóstico nublado no había semejante nube que cubriera la luz lunar. Fue tan deprisa, aún podía escuchar a el estudiante de Uagadou timbrar en sus oídos con todos los consejos que le dio durante sus vacaciones. « Amato animo animato animagus»
Sus brazos se convirtieron en alas, sus labios en un pico afilado, sintió su vista agudizarse.
Aleteo por instinto, el alma del águila se apropiaba de su cuerpo mágico dándole vida al animago.
Salió en búsqueda de Darice como un misil huyendo de los cuidadores.

-Las noches de luna llena era las más temidas de la bruja desde que habia descubierto el gen lobo que traía en sus venas incontables desvelos y noches de insomnio era lo que más abundaba en la vida de la rubia, aquella noche no era la excepción pocos o mejor dicho solo el director sabía de su condición y el cual permitía que ella estudiará como otro alumno más, se aseguro que nadie estuviese siguiéndola al menos desde el castillo no se había percatado que el moreno había estado detrás suyo hasta el momento en que le observo transformada por lo que le mostro sus caninos en un intento de hacer que se alejará y volviese dentro para que no le atraparán ahí y tuviese problemas, escucho los pasos y voces de los cuidadores y se echo a correr adentrándose en la espesura del bosque que les rodea hasta asegurarse de que no pudiesen verla más que nada por seguridad y evitar cualquier tipo de alboroto.-

¿Y si lo arruinaba y toda su vida quedaba en una transfiguración espantosa?
No estaba registrado y no planeaba hacerlo.
Dudo, tomo aliento, era una decisión apresurada pero de no hacerlo una sanción peor que limpiar o suspensión total de los partidos sería lo siguiente.
En ese momento, sucedió. Ni siquiera pudo procesar lo rápido que había actuado, cerró los ojos, seguro de sí mismo visualizando el animal que más lo identificaba. Y…

No parecía que ella perdía su consciencia en busca de sus instintos animales y brutales.
Darice ladeó su rostro, ella reconocía a Redford. Gruñó manteniéndole la mirada, mostrando sus caninos perlados.
Era como si le dijera, “Tú me has descubierto”

Le llamó por su nombre y en lugar de correr lejos continuó plantado como si sus pies hubiesen echado raíces al pasto. Darice se echó a correr y, con ello consiguió alarmarlo, volteó a ver qué sucedía y en cuestión de segundos lámparas de los cuidadores mágicos se aproximaban, sólo quedaba hacer el explotar lo que había aprendido de hacerse animago.