La había seguido entre la oscuridad en los límites del monte Greylock. Jamás pensó que su encuentro le remontaría a su crudo pasado. Ante el tenue velo lunar que la cubría se posicionó en cuatro patas y se convirtió en una criatura de pelaje blanco, precioso, lo único que permanecía eran sus ojos de bruja como dos cristales azules que justo ahora lo habían descubierto.
La varita en su corazón, faltaba el rayo ensordecedor aún con el pronóstico nublado no había semejante nube que cubriera la luz lunar. Fue tan deprisa, aún podía escuchar a el estudiante de Uagadou timbrar en sus oídos con todos los consejos que le dio durante sus vacaciones. « Amato animo animato animagus» Sus brazos se convirtieron en alas, sus labios en un pico afilado, sintió su vista agudizarse. Aleteo por instinto, el alma del águila se apropiaba de su cuerpo mágico dándole vida al animago. Salió en búsqueda de Darice como un misil huyendo de los cuidadores.
