-Ya no sabia que tan lejos estaba, tampoco le importaba mucho. Seguiría corriendo hasta que sus piernas colapsarán y el cansancio la dejara inconsciente. Era lo que mas deseaba la muchacha, su uniforme estaba sucio de tierra y hojas de las veces que había caído antes, rasguños en los brazos y piernas gracias a los arboles y piedras que se cruzaron en su camino. Sus manos tenían sangre, la sangre de uno de sus compañeros de clases.
Podía sentir aun la mirada de horror de sus compañeros, escuchar los gritos... Ver la sangre del brabucón en su mano luego de haberle cacheteado, o mejor dicho...
Fundía sus orbes debajo de sus parpados, sellando su mirada de el reflejo diurno que daban las horas a las afueras de aquella caverna. Pese a la alta tolerancia que el Matusalén tenía sobre el mismo, la molestia y el peso de la luz del día reflectando en su mirada era inherente y propia de la maldición de todo Cainita. Acto seguido, asentía a las palabras de aquella.
— ... Haré lo posible por cuanto a su petición, Joven Cryztal... La persecución no tiene que ver más que con un rechazo a ciertas negociaciones que tratábamos de entablar con una de las manadas de la ciudad... Estuvimos incluso dispuestos a hacerlo en condiciones que para nosotros los Vampiros son "anti-naturales", más el alfa de la manada se ha puesto en desacuerdo y un compañero de nuestro grupo desató la tensión ante la negativa... —
Respondía para la muchacha mientras volvía a asentir ante las indicaciones de la muchacha...
