Logró ver algo pero quizá no mucho pero lo suficiente para echarse un taco de ojo. Ese color rojizo de mejillas le recordó algo absurdo que no dudo en vociferar como parlante a lo que pensaba. — 𝐘𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐞𝐳𝐜𝐨 𝐢𝐝𝐢𝐨𝐭𝐚 𝐲 𝐭𝐮́ 𝐞𝐬𝐭𝐚́𝐬 𝐫𝐨𝐣𝐚 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐧𝐚𝐫𝐢𝐳 𝐝𝐞 𝐩𝐚𝐲𝐚𝐬𝐨.—
Cuando se apartó a unos pasos se levantó como si nada hubiera pasado, con calma y desempolvando su ropaje.
El problema radicó cuando se le cayó su propia arma que tenía oculta entre sus pantalones de múltiples bolsas, no tardó en volver a tomarla y agitarla al aire.