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26-30, F
Someday I was a Muse who presides over eloquence and epic poetry. Now I'm human.
About Me
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[code]"...su mente vuela haciendo millones de cosas y la energía la invade. Cautivada por la nueva tecnológia, el arte y la sensibilidad del ser humano; siempre buscando nuevas cosas en las que implicarse. Aunque su apariencia es frágil y delicada conserva su lengua viperina y el humor negro que tanto la caracteriza. Apasionada y alegre, siempre con ideas nuevas y risa fácil, aunque también centrada y sensible."[/code]
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[code]— ¡Lo saben!, alguien se los dijo.
— ¡¿Qué?!
— Tenemos que huir, hay que irnos pronto o vendrán por nosotros.
— ¿A dónde? Ares, mis hijos están aquí, ¡Zeus nos encontraría donde fuera!
— No puedo perderte, Calíope. Lo intentaremos y…

Conmoción en el Olimpo.

Las suaves muñecas de la Musa estaban rodeadas de un acero frío, Apolo tiraba de la cadena que la obligaba a seguir el paso rápido que él llevaba. Detrás de ellos estaba Ares siendo llevado a rastras por Dionisio y otros dos Dioses que Calíope no alcanzaba a distinguir. Los habían atrapado justo antes de salir del hogar del Dios de la guerra y ahora serían llevados a juicio por traición a uno de los Dioses más icónicos de la historia y esposo de la encadenada, el Dios de las artes.

El gran salón estaba atiborrado de Dioses de distintas categorías que murmuraban probablemente intentando adivinar el motivo del llamado tan urgente que les habían hecho. Todos guardaron silencio al ver a los recién llegados, las miradas acusatorias cayeron sobre la Musa que al ser llevada hasta ahí por su propio esposo no dejó a la imaginación del resto más que pensar que solamente una cosa: infidelidad.
Ares gruñó molesto cuando tiraron de él para llevarlo hasta una esquina alejada del salón pues serían castigados por separado y Apolo quería que él presenciara el juicio de Calíope antes de que se lo llevarán a hacerle lo que Zeus decidiera. Calí no pudo siquiera despedirse pues en cuanto intentó mirar por encima de su hombro su esposo tiró de su cadena como si fuese un animal siendo castigado y la obligó a avanzar rápidamente al centro del salón.

Una mirada rápida alrededor le permitió ubicar el lugar de sus personas importantes, primero sus hijos quienes la miraban no con furia sino con pena. Orfeo, ciertamente su favorito, le sonrió a su madre levemente como una señal de apoyo, eso liberó un poco del peso de la culpa que la Musa tenía. El resto de las Musas estaban a unos asientos atrás de sus hijos, todas mirándola con preocupación, eran sus hermanas después de todo y las únicas que sabían sobre su amorío con Ares. Calíope no pudo pensar siquiera en la palabra “traición”, les tenía una fe ciega.

Zeus apareció a lado de Hera y tomó asiento en la silla más grande del lugar. Él sería quien llevaría su juicio cosa que no tenía sentido alguno. La infidelidad no era un delito mayor y eso él lo debía saber muy bien.
Apolo la acusó directamente de haber traicionado su confianza y haberlo hecho quedar mal ante todos, Calíope miraba su falso dolor con repudio ya que ninguno de los dos se había amado jamás y eso él lo sabía más que nadie. Su unión había sido una conveniencia para las Musas y para el coro, un mandato de Zeus que ella tuvo que cumplir al pie de la letra y aunque en su momento no le provocó pesar -porque nunca se había enamorado de nadie- para cuando conoció mejor a Ares y descubrió por primera vez que lo que profesaba Afrodita existía en realidad su matrimonio comenzó a pesarle. Ella de verdad lo intentó, sus hermanas eran testigos, trató con todas sus fuerzas no caer ante los infortunios del amor pero fue más intenso el sentimiento y terminó compartiendo lecho con Ares y una historia de enamorados digna de cualquier canto griego.

Hera interfirió un par de veces haciendo preguntas incómodas a Calíope que se vió obligada a contestar a pesar de encontrarse sus hijos ahí. Confesó -no tenía ya motivo para ocultarlo- que amaba a Ares y escuchó una risa burlona en algún rincón del lugar que de inmediato reconoció, que le encantaba y que a Apolo enfureció aún más.

— Quiero que reciba un castigo por lo que hizo.
— Lo recibirá, Apolo, querido.
— ¿Por infidelidad?, ¿de verdad?, ¿por qué seré yo la única siendo castigada siendo que aquí mismo hay muchos otros infieles? Padre me dará la razón.

Esa lengua viperina que la perjudicaba muchas veces más de lo que la ayudaba. Hera ardió en rabia y Zeus cayó convencido por la fuerza asesina de la mirada de su esposa; no era raro que la Diosa madre estuviera en el juicio y fuese tan dura con la Musa, después de todo Calíope era producto de una infidelidad y bien se sabía que Hera buscaba todo tipo de oportunidades para deshacerse de los críos regados de Zeus. Seguramente Apolo y ella estaban juntos en eso… no, Calíope estaba segura de que todo ese circo había sido tramado por Hera. Manipular el ego sensible de Apolo era tarea fácil después de todo, él era demasiado vengativo solamente se necesitaba guiar todo ese coraje en el rumbo correcto.

— Cortale las piernas.
— Encierrala en una cueva para siempre y pon a un cíclope a vigilarla.
— Sácale los ojos.
— ¡Basta! Yo soy quien decide el castigo aquí…

Minutos intensos en los que Zeus miró a Calíope y viceversa. Ares estaba listo para arremeter contra ellos con todo lo que tenía si la sentencia era alguna de las dichas, de amarla aunque se quedará ciega, de buscarla en cada cueva si era necesario pero no estaba preparado para lo que se diría a continuación.

— Calíope, como castigo a la traición a tu esposo quedas exiliada del Olimpo. Vivirás abajo, con los humanos y nunca volverás a ver a tus hijos ni a Ares. A partir de ahora dejas de ser una Musa.
— ¡No!

Chillidos y gritos de negación se emitieron de las bocas de los amigos y familiares de Calí pero el que más se escuchó fue el de Ares que peleó contra sus cadenas de tal modo que más Dioses tuvieron que acudir en auxilio de los que lo retenían. Ella se quedó sin habla, era un castigo grande, muy grande para algo tan pequeño, algo que todos hacían. ¡No era nuevo!
La sonrisa de satisfacción de Apolo la enloqueció de rabia, él tenía la culpa, él que muchos consideraban uno de los Dioses más reconocidos después de Zeus. Por eso había sido, la posición que él tenía aunado a la manipulación de Hera habían logrado lo impensable. ¡Que le cortaran una pierna, ¡que la dejarán ciega!, ¡que mil agujas perforaran su cuerpo todos los días! Nada de eso importaba si podía seguir viendo a sus hijos, viendo a su amado, a sus hermanas. El exilio era la muerte y, literalmente sí pues con eso su vida como inmortal se acabaría.

Zeus, por su parte, pensó que era el castigo menos fuerte pues lo que no quería era ver sufrir a su hija con dolores físicos o un recordatorio de que él había mandado a lastimarla. Cuestión de perspectiva.

Así fue como se le otorgó un cuerpo humano y una posición en el mundo desconocida. Ni siquiera la dejaron despedirse de los suyos, en cuanto acabó el juicio Zeus la acompañó hasta las puertas del Olimpo y preparó todo para su estadía en la tierra y su inicio a la mortalidad. [/code]