- Sólo te dije que no es malo que ames a esa gitana.

¡Soy el único merecedor de todo el perdón de Dios, porque lucho dia a dia en exterminar a los pecadores como tú! ¡Largo de mi vista, niña!

Sintió aquella bofetada, teniendo esa marca rojiza de la mano del adulto sobre su tersa piel.- -No, que Dios te perdone a ti, si es que existe.

¡Cállate, niña inmunda! -Enfurecido, azota con su mano una de las mejillas de la menor. -¡Que Dios y Maria te condenen!

Dios no nos quiere, él no está aquí. -Le dijo la encaprichada adolescente ante el recto juez.- Y tú, deseas a esa gitana. No es algo malo, sólo que no puedes evitar desear amarla y tenerla.

¡Esa gitana te ha lavado la cabeza! ¡Hablas mentiras, al igual que los gitanos! ¡Eres una vergüenza ante los ojos de Dios!

- No, no es. -Le señala el pañuelo de tono rosa que le entregó aquella gitana en el festival de los bufones.- Yo no digo mentiras -Inclinó su cabeza con timidez.-

¡Falsedad! ¡Mentiras!

Etto ... éso lo cantó usted por el deseo que posee de la gitana Esmeralda. Yo lo vi.

Pecadora de la calumnia y la mentira.