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NinaIvanova · F
Los brazos de la rusa ceden, aflojando esa tensión y ríe suave. Miró a su hijo por el rabillo del ojo, con una sonrisa más relajada.
— Cielos Ciro, eres un sabelotodo.
Le acaricia la mejilla y luego, le acomoda mejor la gorra.
— Está bien, traela a casa. Mamá y yo queremos concerla.
— Cielos Ciro, eres un sabelotodo.
Le acaricia la mejilla y luego, le acomoda mejor la gorra.
— Está bien, traela a casa. Mamá y yo queremos concerla.
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