Seguía con esa sonrisa que rozaba lo maquiavelico. Tenía una especial fascinación por la violencia; presenciarla o ser participe. Veía a Ciro como un chico al borde de la corrupción y aquello le estimulaba.
— Un asesinato destruyó la seguridad de tu familia y quieres continuar con la tradición. Bravo.
Tocó su cuello, dolía y dolería por algún tiempo más, ya lo sabía. Al apartarse de la pared, Petrova se agachó a tomar su tacón perdido.
