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CinderFall · F
- No pareces entender tu posición... - Murmuró despacio, altiva y arrogante. - No puedes darme órdenes. - Sentenció duramente, alargando su sonrisa con falsa inocencia. No podía eliminarle, lamentablemente necesitaba de su poder y sus refuerzos, sin embargo si podía hacerle entender su lugar, después de todo... si no iban a ayudarle, tendría que deshacerse de todos sin miramientos.
Pero no tenían que llegar a eso, pensó para sí misma, bajando la diestra hasta dejarla caer en su respectivo costado, mientras que la izquierda quedaría posicionada en el pecho masculino, "casual".
- Eres tú quien nuevamente huirá. - Sus palabras, como siempre, estarían llenas de veneno, le encanta dañar el orgullo del faunus, ella quería probar hasta donde aguantaría.
Pero no tenían que llegar a eso, pensó para sí misma, bajando la diestra hasta dejarla caer en su respectivo costado, mientras que la izquierda quedaría posicionada en el pecho masculino, "casual".
- Eres tú quien nuevamente huirá. - Sus palabras, como siempre, estarían llenas de veneno, le encanta dañar el orgullo del faunus, ella quería probar hasta donde aguantaría.
CinderFall · F
Los turbios deseos más desenfrenados que Adam buscaba parar, Cinder los conocía muy bien. Ella era astuta y voraz; era capaz de percatarse hasta del más mínimo detalle en las personas, es por eso que no pasó por algo el titubeo del pelirojo cuando temblaron sus dedos.
Complacida, cuando el faunus cubrió si boca para que ella no replicara, sonrió intermanente, entrecerrando los párpados como si su mirada hablara por ella: No le tenía miedo y eso lo dejaría muy en claro.
Con total descaro, mordió el pulgar masculino al aprovechar la cercanía, sin sutileza, dejaría que sus dientes se hundieran en la piel ajena hasta que finalmente le soltó; posiblemente alguna marca quedaría.
Encendida, una llama se lograría apreciar en los ambarinos ojos de la mujer; La estaba retando, aún si no era intencionalmente, él la estaba provocando a continuar con sus amenazas, y desde luego ella jamás recibiría órdenes por su parte.
Complacida, cuando el faunus cubrió si boca para que ella no replicara, sonrió intermanente, entrecerrando los párpados como si su mirada hablara por ella: No le tenía miedo y eso lo dejaría muy en claro.
Con total descaro, mordió el pulgar masculino al aprovechar la cercanía, sin sutileza, dejaría que sus dientes se hundieran en la piel ajena hasta que finalmente le soltó; posiblemente alguna marca quedaría.
Encendida, una llama se lograría apreciar en los ambarinos ojos de la mujer; La estaba retando, aún si no era intencionalmente, él la estaba provocando a continuar con sus amenazas, y desde luego ella jamás recibiría órdenes por su parte.
La soltó bruscamente, ayudado por su pierna la cuál lo ayudó a dibujar distancia entre ambos. Ya a un lapsus prudente (y evitando que ella pudiera replicar) puso una mano sobre su boca, callándola. Luego mencionó. —Y tú pareces no entender.
Ella podía eliminarlo, pero a fin de cuentas, sería la más perjudicada. Si algo de inteligencia tenía era su deber jugar bien sus cartas, y el no molestarlo era —sin lugar a dudas—la decisión más sabia.
—Ahora, largo.
Ella podía eliminarlo, pero a fin de cuentas, sería la más perjudicada. Si algo de inteligencia tenía era su deber jugar bien sus cartas, y el no molestarlo era —sin lugar a dudas—la decisión más sabia.
—Ahora, largo.
Adam gruñó por lo bajo, sintiendo como todo su cuerpo se estremecía en respuesta al sutil contacto que Cinder le entregaba. Las palabras dichas por ella hicieron temblar sus dedos, resistiendo a duras penas el salvaje deseo de causarle más dolor, y oírla rogar piedad.
La situación se tornó peligrosa, pues la adrenalina fluyó por todo su cuerpo demasiado rápido, tornando su toque más descarado y nocivo. Ya no se trataba de recordar viejas marcas, sino más bien de provocar nuevas —situación que llegado cierto punto, dejó de importarle—.
Entonces el destino torció el rumbo de sus acciones, pues con desagrado, se percató del modo en que su corazón latía (demasiado rápido para su gusto). Supo entonces que era momento de parar.
La situación se tornó peligrosa, pues la adrenalina fluyó por todo su cuerpo demasiado rápido, tornando su toque más descarado y nocivo. Ya no se trataba de recordar viejas marcas, sino más bien de provocar nuevas —situación que llegado cierto punto, dejó de importarle—.
Entonces el destino torció el rumbo de sus acciones, pues con desagrado, se percató del modo en que su corazón latía (demasiado rápido para su gusto). Supo entonces que era momento de parar.
CinderFall · F
Pero ella no quería quedar atrás. Cinder era una mujer tan siniestra como podía serlo él, y en este juego no podía darse el lujo de perder o quedar doblegada, era ella quien debía tenerlo entre sus manos.
Los finos dedos de la doncella danzarían alrededor de la bestia, abriendose paso entre el cuello masculino para ejercer presión en dicho sector con sus uñas, rasgando con sutileza la piel desnuda y expuesta mientras se asomaba una sonrisa burlona en sus labios. - Debes odiar quemarte... - Dijo en tono burlón junto a su sonrisa, entrecerrando los párpados ante la corta distancia entre ambos.
Los finos dedos de la doncella danzarían alrededor de la bestia, abriendose paso entre el cuello masculino para ejercer presión en dicho sector con sus uñas, rasgando con sutileza la piel desnuda y expuesta mientras se asomaba una sonrisa burlona en sus labios. - Debes odiar quemarte... - Dijo en tono burlón junto a su sonrisa, entrecerrando los párpados ante la corta distancia entre ambos.
CinderFall · F
Adam Taurus prendía con tan solo un par de palabras, y era ahí el interés del asunto.
¿Cuánto era capaz de resistirse? ¿Cuánto tiempo sería capaz de retenerse y ceder ante los más bajos instintos? Era una bestia, y mientras más le provocaba, el faunus sacaba a relucir su verdadera naturaleza. Era eso lo que pensaba Cinder, y para placer personal, tanto como disgusto - sentimientos contradictorios - se vería envuelta en una situación que no esperaba: La bestia había sucumbido ante las tentaciones de la peligrosa doncella.
No podía dar paso atrás, es por eso que cegada ante su orgullo, se deshizo de sus pensamientos cuando el varón rozó la zona que días atrás había presionado.
Dolor. Fue eso lo que sintió, sin embargo no podía darse el lujo de demostrarlo. Sufrió en silencio ese "ataque", su imperturbable rostro no permitía demostrar debilidad alguna, aunque sabía que del ser despojada de sus prendas se lograría apreciar el suave hematoma que le había dejado como marca.
¿Cuánto era capaz de resistirse? ¿Cuánto tiempo sería capaz de retenerse y ceder ante los más bajos instintos? Era una bestia, y mientras más le provocaba, el faunus sacaba a relucir su verdadera naturaleza. Era eso lo que pensaba Cinder, y para placer personal, tanto como disgusto - sentimientos contradictorios - se vería envuelta en una situación que no esperaba: La bestia había sucumbido ante las tentaciones de la peligrosa doncella.
No podía dar paso atrás, es por eso que cegada ante su orgullo, se deshizo de sus pensamientos cuando el varón rozó la zona que días atrás había presionado.
Dolor. Fue eso lo que sintió, sin embargo no podía darse el lujo de demostrarlo. Sufrió en silencio ese "ataque", su imperturbable rostro no permitía demostrar debilidad alguna, aunque sabía que del ser despojada de sus prendas se lograría apreciar el suave hematoma que le había dejado como marca.
Una queja, un gimoteo: todo servía. Trazó círculos con sus dedos, examinando cuidadosamente. Estaba seguro que no fue amable, y que como mínimo, un suave hematoma teñía la piel de su cintura de un tono azulado.
Si lo que quería era ser cortada en pedazos. Humillada; profanada y avergonzada, no tenía que seguir buscando. Su naturaleza humana la condenó a la perdición, potenciada con su imprudencia. Solo alguien realmente tonto caminaba directamente a la boca de la bestia sin esperar salir herido.
La orden murió en el silencio, y tras la máscara que protegía su identidad cobró vida un brillo perverso. Adam se encontró una vez más reducido ante ella, del mismo modo que decenas de veces desde que la conoció. Ahora, sin embargo, estaba cansado de doblegarse. La rebeldía floreció, y dispuesto a reducir su valor a Cenizas, dedicó esa sonrisa críptica que solo dejaba ver cuando tenía todo bajo control.
Ambas manos acabaron en su delgada cintura, una a cada uno de sus costados; y con la punta de sus pulgares, ejerció presión en el mismo sitio que días atrás, buscando comprobar cuánto daño le hizo al sostenerla.
La orden murió en el silencio, y tras la máscara que protegía su identidad cobró vida un brillo perverso. Adam se encontró una vez más reducido ante ella, del mismo modo que decenas de veces desde que la conoció. Ahora, sin embargo, estaba cansado de doblegarse. La rebeldía floreció, y dispuesto a reducir su valor a Cenizas, dedicó esa sonrisa críptica que solo dejaba ver cuando tenía todo bajo control.
Ambas manos acabaron en su delgada cintura, una a cada uno de sus costados; y con la punta de sus pulgares, ejerció presión en el mismo sitio que días atrás, buscando comprobar cuánto daño le hizo al sostenerla.
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