1/2- Gracias, Fujiwara sama.

Respondí sereno, abriendo la carpeta ara revisar los horarios: Eran variados, estaría gran parte del día en la escuela, nada de otro mundo. Una vez cerrada la carpeta, volví a reverenciar y decidí retirarme a la primer hora que tenía: El curso más grande, con quienes me sentía más cómodo para enseñar, especialmente literatura.

Me dirigí al salón, con paso rápido, aprovechando el plano que me habían facilitado. Al entrar, saludé con calma y seriedad a los alumnos, quienes se sentaron educadamente. Escuché cuchicheos, algunos diciendo que era el nuevo perro de la vicepresidente, otros que era el nuevo amante de la secretaria y algunos que, simplemente, era muy joven para dar la clase. Sin embargo, apenas empecé, se callaron.

Al sonar el timbre de cierre, despedí a los alumnos, indicándoles que debían leer el programa bien para la clase siguiente y me senté un momento en la silla del profesor.

- Los rumores vuelan- Mencioné para mi mismo