Por supuesto, todo era una clase de prueba por parte del malicioso coreano, le gustaba llevar al límite a las personas, y Chie lo estaba soportando muy bien, por supuesto, se sentía complacido de tener a alguien tan obediente a su cargo.
— Haces feliz a tu amo. —
Aquel elogio lo comentó cerca del final de la calle donde pronto les aguardaba el hogar, y seguro habría una buena recompensa para Chie.
Podía sentir las miradas de muchos en ella, palabras llenas de lascivia y también comentarios hirientes. El rojo de su rubor fue aumentando, en cuanto vuelve a bañar casi tropieza y como reflejo alza las manos exponiendo su cuerpo en las prendas llenas de lujuria. « Ha-Hai. » Chie es una mujer de tradición pero es fiel a sus palabras. Sangwoo es su único amo y así le respondía: pura obediencia.
— Ya casi llegamos a casa, ahí disfrutarás mejor de lo que te ocurra en este paseo. —
Sin más, tiró una vez más de la correa para que avanzara el paso, y a propósito caminaron por una calle concurrida, no por los callejones que usualmente recorría.
Calló, no por enojo sino era la vergüenza. Sin embargo, cuando jala de la correa camina detrás de él sin chistar tratando de tapar las zonas erógenas. « . . . N-nhm. »
— No pasará mientras estés conmigo, tan sólo podrán anhelar algo que no pueden obtener. — Tiro de la correa para que avanzara detrás de él aun con la dificultad que ello representaba.
— Sólo salimos a pasear un momento, regresaremos a casa y podráa cambiarte de ropa, Chie. — Le gustaba siempre como la vergüenza y nerviosismo se apoderaban de ella.
Con los brazos trata de tapar lo más que puede sus zonas más explicitas. « S-si pero . . . Se me ve todo, Sangwoo-sama.» Es evidente que el rubor ya está marcado en los pómulos femeninos.
