Aunque sorprendido por la repentina cercanía, Altair mantenía un semblante calmado. Ladeó la cabeza con sutil desafío, mirando de reojo al azabache que lo tenía arrinconado.
— ¿Eso crees? — Susurró, sintiendo el aliento cálido de Cedric chocar contra su oreja. — Nunca pensé que te gustaría que te desafiaran, Cedric.
Con su mano, rozó el pecho del contrario, dejando que sus dedos se deslizaran hasta encontrar un punto en donde sujetarlo, presionando ligeramente.
— Sin embargo, no esperes que me someta fácilmente. Siempre he sido el cazador, no la presa.
De un momento a otro enfocaría toda atención en el rubio y posterior, sin mayor preámbulo con un par de pasos imponentes redujo toda distancia entre ambos hasta lograr el anhelado cometido: Arrinconarlo. Haría una ínfima pausa para deleitarse, en definitiva era algo por admirar tras una sonrisa esbozar, no obstante, prefirió dirigir la faz a esa tentadora oreja y susurrar.
— ¡Ah, por supuesto! Siempre es fácil culpar a los demás, ¿no es así, Cedric? Parece que el honor de tu reino no ha hecho mucho para templar tu lengua.
