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Aceptó su propuesta, aunque hacerlo implicara contradecir una infinidad de buenas costumbres que a lo largo de su vida adquirió; creyó Cecilio que no valió la pena pensar en ella en un sitio tan alejado del mundo, pues a nadie perteneció, excepto a ellos.
—Simplemente deseo halagarle —respondió con ese típico tono que paseó entre una tonalidad dulce y afable, lo hizo luego de sentarse—, anhelo conmoverle con esta obra y que al verla no pueda evitar arribar a este lugar, aunque se encuentre del otro lado del mundo.
Flexionó con cuidado las rodillas, sus manos encontraron también comodidad en esa posición, inverosímil en quién lo conoce de verdad. Tras su sonrisa ocultó la ausencia de sentir el verde bajo sus ancas, la vegetación siempre la concibió como parte de un jardín, como materiales o un elemento que merecía se retratado. No sintió arrepentimiento, menos rencor, porque sentarse así a lo sumo condimentó esa conversación, misma que moriría con el viento y entre recuerdos.
—Simplemente deseo halagarle —respondió con ese típico tono que paseó entre una tonalidad dulce y afable, lo hizo luego de sentarse—, anhelo conmoverle con esta obra y que al verla no pueda evitar arribar a este lugar, aunque se encuentre del otro lado del mundo.
Flexionó con cuidado las rodillas, sus manos encontraron también comodidad en esa posición, inverosímil en quién lo conoce de verdad. Tras su sonrisa ocultó la ausencia de sentir el verde bajo sus ancas, la vegetación siempre la concibió como parte de un jardín, como materiales o un elemento que merecía se retratado. No sintió arrepentimiento, menos rencor, porque sentarse así a lo sumo condimentó esa conversación, misma que moriría con el viento y entre recuerdos.
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