Fue así hasta que el paisaje había cambiado, ahora los caminos eran de otro tipo de marrón y el césped se veía más verde, el aire mas puro y el cielo más azul.

No tenía ni la menor idea de dónde se encontraba, sin embargo la androide se detuvo abruptamente al ver a la distancia lo que algunos humanos que había conocido relataban como un ángel....o al menos ella pensaba eso, sus cabellos eran rubios, su porte como el de un caballero y - "...¿Qué era eso que estaba haciendo? Ya lo había visto antes...pin...¡pintar! ¡sí eso! ¿Cómo lo hace? " -

Tori detuvo su monologo interior y comenzó a caminar hacia el, quería verlo de cerca sin pensar en que él la podía ver como una amenaza.

Aquella era la única indicación que había sido dejada en la memoria de la Androide...no había miedos, no había preferencias, protocolos, ni siquiera lo detalles más básicos de las relaciones humanas. ¿Acaso había nacido otra vez? Podría decirse que sí; sus creadores habían jugado ya tres veces con ella y como todo artista, parecía que ésta vez ya estaban complacidos con su obra, por lo que la dejaron libre.

Así es, completamente libre, sin restricciones de comportamiento, ni de palabras, ni territorio, ni tiempo de expiración...nada...

Sus primeros encuentros fueron fortuitos, con humanos que al ver una chica de tez morena pensaron que era algún esclavo que había escapado o una indigente que necesitaba ayuda, sin embargo al poco tiempo Tori siempre seguía viajando, haciendo caso a su única orden.

La necesidad de alimento y agua no existían, por lo que podía viajar sin problemas, ver salir el sol y luego a la luna seguir detrá