El paso de su pincel se detuvo, se estremeció violentamente su cuerpo cuando a sus oídos llegó una voz estridente, rompió por completo su concentración. Alejó el ápice de su fiel instrumento, también bajó la mano que sostuvo la paleta habitada por colores apagados y así su rostro con tedio giró hasta encontrarse con aquellas manos que pretendieron llamar su atención; lo logró, pero no con la implícita educación que él pretende del resto de los seres humanos. Se resignó al paso de los segundos, suspiró y hasta sus ojos cerró para realizar un simple gesto con su cabeza, lo invitó a acercarse y en caso de no tratarse de alguien que pudiera solventar tal falta lo invitaría a retirarse.