No impuso distancia con ella, la dejó fisgonear en su agenda, la cual eventualmente estaba sofocada de compromisos. Desde tal posición el desvió su mirada a ella, siempre afable entonces respondió a la rutina de su compañía, sin lugar a dudas mucho más flexible que la propia, algo conveniente para un encuentro más prolongado—. Siempre me tomo un descanso de cuarenta y cinco minutos a las cinco de la tarde, podría ser un momento oportuno —su atención entonces volvió al dispositivo, deslizó la agenda hasta el domingo, donde ella aclaró más disponibilidad—. Aunque no desearía quitarte un día de descanso... —con un tono pensativo mencionó y preguntó a la felina mientras su dedo siguió ayudándole a pasear por esa aplicación. Hubieron algunos días donde incluso esos quiebres en la jornadas eran invadidas por entrevistas y otros días en los que simplemente quedaba a merced de un viaje ineludible; el solo observar tal programa podría estresar a cualquiera, pero a él se lo notó bastante calmo.