— ¿Un postre? —cualquier intensión de analizar las emociones ajenas se rompió con esa pregunta tan insólita. Como pocas veces él se mostró serio, concentrado en la necesidad de encontrar una respuesta. Con el índice y el pulgar envolvió su propio mentón, ese digno porte suyo se modificó cuando bajó la mirada, ¿era posible que realmente no tuviese un postre preferido?

Unos ínfimos golpes se dio con esa mano pensante, aproximadamente luego de cinco es que bajó la ya mencionada extremidad para suspirar y asentir a los dichos de su consciencia, la conclusión a la que llegó resultó la más óptima—. Suelo acompañar mi bebida con unas "pequeñas tortas" de crema italiana. otras de chocolate y a veces Red Velvet... ¿Pero cómo debería referirme a eso? Nunca lo he pedido fuera de mi estudio...

Tuvo que admitir y en sus palabras se notó una inmensa frustración al ser incapaz de llamar las cosas por su nombre. Se podría decir que fue un pequeño golpe al orgullo.