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About Me
About Me
[center][b]Fate series [Aunque adaptable a otros mundos mágicos] ¦ Genshin Impact ¦ No Lemon ¦ No medieval [/b] [/center]
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✽ [i][b]Entidad[/b][/i]: Cecilio Rodrigo Valualeta Borgia.
✽ [i][b]Sexo[/b][/i]: Masculino.
✽ [i][b]Fecha de nacimiento[/b][/i]: 21 de Septiembre.
✽ [i][b]Raza[/b][/i]: Humano.
✽ [i][b]Ocupación[/b][/i]: Magus | Pintor
✽ [i][b]Afiliación[/b][/i]: Departamento de Creación [Torre del reloj]

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Encantador, afable y agradable; esas son las tres palabras que la gente suele mencionar luego de tratar con él, pero, ¿por qué la mayoría de las personas coinciden en esta impresión superficial que tienen del pintor?

Desde la mirada inicial hasta el tono de voz que emplea para corresponder un saludo, el rubio incluso en tales instancias pretende enseñar su cara más cordial, sin importar la persona con quién esté hablando. Siempre hace gala de sus modales, ya sea a través de la gentileza, la compostura de su habla o incluso algunos gestos que tiene, no solo con el sexo opuesto, sino con cualquier individuo. Se puede decir, fácilmente, que su cortesía es una piedra angular al comunicarse con el resto, pues logra evitar caer en el terreno del engreimiento; demasiado consciente es de los efectos negativos de la fatuidad.
Además de ser caballeroso su actuar, muestra una eficiente habilidad al momento de entablar conversación, ya que no solo goza de una digna instrucción —algo normal entre los suyos— sino que procura que la otra persona se sienta cómoda, sabiendo cuando debe de tomar una actitud más pasiva o, en caso contrario, más participativa, procurando siempre opiniones convenientes que eviten cualquier clase de confrontación, en definitiva, palabras que sean las que el receptor desea escuchar. Esto último tiende a ser arduo cuando no se deja de lado la propia formación, pero que, gracias a su meticulosa intención de evadir cualquier clase de pedantería, muchas veces logra ganarse el interés de las personas.

Suele ocurrir que con el pasar de las conversaciones, habiendo reiterado este comportamiento suyo, no tarda Cecilio en volverse objeto de confianza ante los demás. Por supuesto, quienes son conscientes de sus pretensiones jamás le hablarán de más, pero para él es fácil despertar seguridad en la mayoría de las personas, especialmente las que se encuentran fuera de su círculo más íntimo. Está enterado de esto y es algo que sabe aprovechar para extender su propia red de contactos, nunca olvidando los ya existentes, a los cuales siempre procura engatusar a través del habla y una actitud oportuna, pues el pintor cree que tener esa clase de influencia positiva en los demás es fundamental para sobrevivir en el hostil ambiente en el que reside.

Pretensión, propósito…Todos los herederos de las familias mágicas reciben en anhelo de su predecesor, aquellos más ortodoxos pretenden alcanzar la raíz, esa fuente de realidad que va más allá de la taumaturgia, terreno de los verdaderos milagros y la magia que hace mucho tiempo se ha perdido. Quienes que se han desvirtuado de tan importante objetivo son considerados escorias entre los orgullosos [i]magi[/i], zaheridos de todo lo que implica seguir tal senda, utilizar tan compleja ciencia y ser reconocido como legítimo usuario de esta; Cecilio, sin embargo, no puede estar del todo de acuerdo con ello, pues concibe que tal objetivo no es el final de su interminable búsqueda, sino que se trata de una etapa más que debe alguien de su linaje atravesar para alcanzar el verdadero anhelo de los Borgia.

Y, aun así, la respuesta únicamente yace en su pérfida sangre.

Con los conocimientos de sus antepasados Cecilio sucedió una terrible maldición, una avidez enfermiza que le impide despegar su vista de los horizontes más grandes y un espíritu tan pecaminoso que resulta totalmente antagónico con las enseñanzas que ha trasmitido esa misma iglesia a la que sus ancestros juraron lealtad en el siglo XVI: la ofensiva virtud de vivir sin importar nada más que la felicidad de los propios. Un hombre que es capaz de escupir al cielo para así disfrutar de los placeres disponibles en esta vida, algo que va mucho más allá de la carne, pues conceptos como la belleza, el arte e incluso la espiritualidad terminan involucrándose en una repulsiva orgía; el alma de los Borgia es eso y es deber de quién porta ese blasón honrar tales deslices, algo que choca directamente con el comportamiento que debe de tener un [i]magus [/i]honrado y enfocado en sus estudios.

El pintor, extremadamente consciente de esta carga, una vez comenzó a acarrearla, aprendió a centrarse y a canalizar las dulces voces que invaden su mente y corazón a través del arte, la disciplina, el aprendizaje y el insaciable hilar de una supuesta maquinación. Cecilio engaña sus propios instintos justificando su sosiego como un método para salir beneficiado en el complejo sistema político en el que se encuentran mentido las grandes cabezas de la asociación de magos, es partícipe en esos juegos taimados entre facciones, con un bando declarado que corresponde a una antigua deuda de uno de sus antepasados, ahí cuando el extermino del clan resultó inevitable. Lo que es su pasión y vocación, no deja de ser también una herramienta siempre a disposición de la familia que lo supo albergar, estirpe que es consciente de este complejo comportamiento y que sabe utilizar a su favor, pero sin dejar de recelar siquiera por un segundo la posibilidad de una traición, pues para él borrar tantos gestos de amabilidad es tan fácil como cambiar su vestimenta, siempre y cuando le sea beneficioso — para su persona y su futura descendencia— entonces lo realizará, sin importar que tan repudiable pueda resultar.

Siempre que puede finge indignación y procura mostrar ante lo demás que asociar su apellido con todo lo primeramente dicho resulta ofensivo a su honor, pero en sus más retorcidas entrañas hasta es capaz de enorgullecerse de su reputación, pues uno de los incontables objetivos de sus ancestros fue el de hacerse con un lugar en la historia; nadie que no posea un nivel de instrucción decente puede desconocer quienes fueron los Borgia y asociarlo con un millar de crímenes, en su totalidad ciertos; ellos grabaron algo en el inconsciente de la humanidad.

Qué no sea extraño que su actitud al momento de obrar siempre retenga un interés, el fin justifica todos los medios para él, aunque implique ensuciar la actitud presuntuosa de la que muchos [i]magi [/i]se encuentran orgullosos, Cecilio desconoce de escrúpulos al momento de lograr sus objetivos, sin embargo, es tan cuidadoso al momento de ocultar su verdadera naturaleza que resulta extremadamente difícil escarbar más allá de ese agradable exterior que ante todo el mundo muestra, aunque claro, existen ahí personas más perceptivas que otras que son incapaces de poder confiar en su totalidad en sus nobles palabras y sus cálidas sonrisas.

Todo lo explicado podría tomarse como un listado de increíbles defectos, pero si hay algo que se debe rescatar es su enorme diligencia y la innegable pasión que siente por cosas que genuinamente ama. Desde que descubrió cierta facilidad por la pintura es que no paró de trabajar en su técnica para sí convertirse en alguien que ha logrado valuar sus obras en cifras escandalosas. Este mismo entusiasmo lo llevó a estudiar en lo que su materia respecta e incluso mejorar como taumaturgo, al punto de haber sigo galardonado con uno de los rangos más altos al finalizar su preparación formal. Por último, se le debe reconocer un ferviente hálito que expone al hablar acerca del arte y los complejos conceptos que lo componen, no cabe duda de que un hombre sensible que sabe, por ejemplo, apreciar la belleza de las cosas, así como también sentir admiración por otras personas que logran agitar su corazón a través de sus expresiones y trabajos, podría decirse que es un admirador de la propia humanidad, aunque conciba que esta se encuentra podrida desde su raíz, corrupción necesaria que engendró momentos brillantes a lo largo de la historia.

Extremadamente falso, pero no necesariamente prejuicioso o engreído; carente de escrúpulos, pero no por eso degenerado, pues a pesar de su sórdida naturaleza no es un depravado que disfruta de la miseria o la crueldad; indudablemente pasional, pero inhumanamente cuidadoso a la hora de actuar. Esa ha de ser una descripción relativamente acertada de quién es el infame y aún así aclamado pintor Cecilio Rodrigo “Valualeta” Borgia.


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