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|Rol privado|
 
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(...) Al escuchar la propuesta de dejar la mano en manos de aquellos hombres, volvió a pasar el dorso de su mano por su propio rostro, retirando sin cuidado aquellas lágrimas, y claro, arruinando el poco maquillaje que portaba. — Esta bien, haré lo que digas. — Respondió con una voz temblorosa. Tomó entonces un cojín del sofá, el cual abrazo con toda su fuerza mientras hundía su cara en él. Ya podía imaginarse el regaño de su abuela cuando se entere. Era una mujer aterradora cuando se enojaba, y a Carmina le constaba demasiado bien.
 
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