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|Rol privado|
 
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(...) — ¿Sabes? Nonna es todo lo contrario a mí. Es una mujer de carácter muy fuerte y duro. Pero no la culpo, sufrió mucho, más con lo que le pasó a mi mamá. Por eso es tan estricta conmigo, porque le preocupa que no termine igual. — Muy rara vez, Carmina llegaba a hablar sobre quien fue su mamá; pero sentía que podría confiar en Flavio. Así cómo él le confió sobre su madre. — Y Nonno, era todo lo contrario. Tan amable y paciente. Jamás lo dijo, pero se que siempre se arrepintió de haber sido tan permisivo con mi mamá. Nunca me regañó, pero siempre me cuidaba demasiado. A veces me sorprende que me hayan dejado ir a la escuela. — No pudo evitar reír ante aquella ''broma''. Seria ya que el efecto de los analgésicos brindados por el doctor comenzaba a hacer efecto, que aflojó la lengua de la pelirroja, quien, sin más, soltaba información indiscreta.
Nuevamente, froto el dorso de su mano diestra por su rostro, eliminando los últimos rastros de lágrimas. Ya se encontraba más tranquila; escuchó con atención las palabras del rubio, a lo cual, por naturaleza respondió inicialmente con una sonrisa de oreja a oreja, mientras, con cuidado, sujetó las manos ajenas entre las propias. — Claro que debo agradecerte. Llegaste. Y me ayudaste cuando yo estaba congelada de miedo. Sin ti no se que hubiera pasado. Y no sé tú, pero creo que esto me confirma que el habernos conocido no fue mera casualidad. — Cuando terminó su comentario, le soltó tan rápido cómo pudo, y se acomodó nuevamente en el sofá, sentándose apropiadamente, pero recargándose contra el respaldo del mueble, dejándose hundir entre las almohadas decorativas. Un pesado suspiró escapó de sus labios una vez se sintió cómoda. (...)
Flavio · 26-30, M
*Acariciaba sus rulos, era molesto para él saber que no podía hacer nada para que la chica se sintiera mejor, no dijo palabra alguna por un buen rato dejándola desahogarse mientras pensaba como estarían las cosas abajo, confía en sus hombres, eso era inegable, pero ahora su prioridad era cuidar la estabilidad emocional de aquella chica que ahora considera una valiosa amiga y a la que no piensa abandonar. Después de un rato ella le agradece a lo que Flavio responde con total sinceridad* — No deberías agradecerme nada, si hubiera llegado antes esto no estaría pasando, no estarías herida y temblando como gelatina, ¡Perdóname! *Fué sincero al decirlo, estaba sumamente avergonzado, luego escucho lo de su abuela y suspiró con pesadez* — Ella no notará nada, mis hombres dejarán la tienda como nueva, tu relájate y descansa ¿Bien?
(...) No podía verlo al rostro en esos momentos, avergonzada, todo gracias a su fuerte creencia que tenia que solucionar todo por su cuenta; y en estos momentos estaba dependiendo de él. ¿qué le dirá su abuela cuando se entere? — Oh… ¿qué le explicaré a Nonna? Me matará; seguro querrá tirarse del crucero con tal de venir acá. — Sí, era esa la mayor preocupación. ¿cómo podía darle una noticia tan seria a aquella mujer? ¿debería mentir? Imposible, la pelirroja jamás podría tener el valor de cometer un acto cómo ese.
En esos momentos no tenía fuerza, ni física ni emocional cómo para oponerse a la palabra de Flavio, mucho menos a ser dirigida y acomodada contra el pecho ajeno. Esta acción le tomó por sorpresa; era demasiada cercanía, pero, no hizo algo para distanciarse, al contrario, simplemente permaneció ahí, apoyándose con él rubio, terminando de soltar todo aquel llanto que había guardado hasta ahora. Pasaron varios minutos antes de que pudiera calmarse, pero cuando finalmente recobró la compostura, su cara ya era un desastre, y podía sentirlo, así cómo el dolor corporal que cada vez se hacia mas presente. Si así se sentía hoy, ¿cómo estaría mañana? Definitivamente mañana no abrirá el negocio. — Muchas gracias por todo, Flavio. Y perdón por los inconvenientes. — (...)
Flavio · 26-30, M
*Flavio era una persona fría en apariencia, pero ver llorar a una mujer y más aún ella que se parece tanto a su madre, le hace sentir mal, muy mal por no poder ayudarla como quisiera, le enternece por completo verla llorando, y esa acción que tuvo con el cojín lo hace sonreír un poco, le alegra que aceptará su ayuda, eso significa que confía en él, eso le da mucho gusto. El rubio se pone de pie y se sienta justo al lado de Carmina, su brazo lo coloca alrededor del cuello de ella y la atrae a su pecho con todo y cojín para que pueda llorar todo lo que desee* — Por favor Carmina, llora en mi pecho, estoy aquí para ti, no permitiré que nadie se meta contigo ni tu abuela, siempre te estaré cuidando. *Eran palabras sinceras, no tenía ninguna doble intención, sentía que era una segunda oportunidad de salvar a alguien a quien aprecia y así lo haría, cuidaría de ella tanto como se lo permitiera*
(...) Al escuchar la propuesta de dejar la mano en manos de aquellos hombres, volvió a pasar el dorso de su mano por su propio rostro, retirando sin cuidado aquellas lágrimas, y claro, arruinando el poco maquillaje que portaba. — Esta bien, haré lo que digas. — Respondió con una voz temblorosa. Tomó entonces un cojín del sofá, el cual abrazo con toda su fuerza mientras hundía su cara en él. Ya podía imaginarse el regaño de su abuela cuando se entere. Era una mujer aterradora cuando se enojaba, y a Carmina le constaba demasiado bien.
Inhaló y exhalo profundamente, mientras permanecía sentada en silencio en el sofá de su sala. Había sido un día bastante intenso y aun no culminaba, pero al menos lo peor ya había pasado. Unas lágrimas salieron, humedeciendo sus mejillas, pero la pelirroja tuvo que limpiarlas rápidamente al escuchar aquella voz hablándole, debía ser Flavio. Ya no sabía si había llorado ese poco por todo lo que ocurrió o por haberse atrevido a hablarle cómo lo hizo allá abajo. — Adelante, pasa. — Trató de sonreír, aunque sólo resulto en un intento fallido. Recibir la caricia ajena en su rostro solo terminó por detonar nuevamente su llanto silencioso, mientras las palmas de sus manos se encontraban apoyadas sobre sus piernas. No podía evitar sentirse cómo una niña a la que acababan de regañar, aunque claro, nada de lo que había ocurrido fue su culpa, pero no podía evitar sentirlo así. Siempre tan confiada, sin tomar en cuenta los riesgos a los que podía llegar a exponerse.
(...)
Flavio · 26-30, M
*Flavio suspira pesadamente, antes de subir a hacerle compañía habló, con el médico el cual le dijo que estaba en shock, el chico no sabe bien que hacer, se quita el abrigo ensangrentado por qué sí, el mismo se encargó de ese hombro que lastimó a Carmina, no podía dejarlo libre, cuando por fin el médico le entregó la receta subió con la chica, tocó la puerta antes de abrir* — Posso passare? *La vio ahí sentada y se paró delante suyo, luego se puso en cuclillas frente a ella y le acaricio el rostro* — Lo siento si te asusté, estoy bien y tú también lo estás, por favor, hoy no bajes, descansa, yo dejaré a mis hombres para que atiendan, al menos por hoy. ¿Que me dices? *Era una opción, jamás le impondría algo solo quiere verla tranquila, sana y salva, si ella se niega lo entenderá*
(...) — La tienda es algo material, el dinero lo es también. Yo estoy bien, el doctor me atendió ya, ¿pero tu cómo estás? — Para cuando hizo su ultima pregunta, su voz volvió a ser tan calma cómo siempre tras percatarse de cómo le había hablado. — Discúlpame, creo que tienes razón. Necesito calmarme y descansar más. — Respondió ya algo avergonzada por la actitud que acababa de mostrar. Y sin mayor reproche se dio medio vuelta, avanzando por las escaleras hasta la sala de su casa, sin prestar mayor atención a la situación del local.

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